29.7.04

 

La tesis del Gara

Exactamente dos años y medio antes de que Madrid sufriera el mayor ataque terrorista de su historia, era Nueva York la que vivía en primera persona el terror de un atentado sin límites. Las Torres Gemelas, símbolo de una ciudad y de un país, caían derribadas por dos aviones pilotados por suicidas musulmanes, atrapando a casi tres mil personas y convirtiendo el sur de Manhattan en una zona de guerra. Otro avión se estrellaba contra el Pentágono, matando a 180 personas, y un cuarto aparato caía en mitad del campo, derribado, quizás, por los asesinos al ver que los pasajeros se enfrentaban a ellos. Medio mundo lo vio en directo. En España el atentado coincidió con la hora de los telediarios, con varios millones de personas aterrorizadas delante de los televisores, que vieron y vivieron (vimos y vivimos) minuto a minuto, en directo y a todo color, el mayor atentado terrorista de la Historia. Nadie ha olvidado lo que hizo o dejó de hacer aquella tarde, ni siquiera los detalles más nimios, que han quedado grabados a fuego en nuestras retinas y memorias. El segundo avión surgiendo como una masa incandescente en nuestras pantallas, los gritos de alarma y asombro de los presentadores de los telediarios, el tercer acto del atentado en Washington, la confusión sobre cuantos aviones más había secuestrados y sobre coches bomba que supuestamente habían explotado en la Gran Manzana, el derrumbe de las torres, primero una, después la otra, el sur de Manhattan convertido en un volcán, el horror en directo.

Al día siguiente, los editoriales de todos los periódicos del planeta hablaban de ataque a occidente, de crimen contra la humanidad, de que no cabía justificación alguna para semejantes asesinatos masivos. ABC, El Mundo, El País (con el matiz de su nauseabunda portada), La Vanguardia, todos los periódicos españoles hablaban de lo mismo. Todos excepto uno. El Gara. El heredero del diario Egin, aquel que tituló “Ortega vuelve a la cárcel” cuando la Guardia Civil liberó a la víctima del secuestro más largo de nuestra historia, hablaba ese día de las responsabilidades americanas en aquel atentado. Venía a decir, más o menos, que los americanos se lo venían buscando desde hacía tiempo. Hiroshima, Vietnam, Irak o Palestina eran los hitos que el diario proetarra citaba para sostener su tesis. La idea básica era culpar a los Estados Unidos de haber sufrido aquel atentado por su política exterior.

En un primer momento nadie sostuvo esa tesis. Todos éramos neoyorquinos y punto. Pero en poco tiempo, en diferentes medios (El País, la SER, Liberation, Le Monde Diplomatique, y otros de todo el continente, y no sólo de tendencia izquierdista) la idea de que EE.UU. había sido, en parte, causante indirecto del brutal ataque terrorista que había sufrido se fue abriendo paso, y en las conciencias de la gente, también. Se repite a menudo que el hambre en el mundo es consecuencia directa del capitalismo occidental, y ese capitalismo está representado por EE.UU. en su mayor expresión. Haro Tecglen llamó a la guerra de Afganistán “Guerra de contención del hambre”, una encuesta desvelaba que el 60% de los franceses opinaba que los EE.UU. tenían una parte de responsabilidad de los ataques por mantener sumidos en la pobreza a dos tercios de la población mundial, García Márquez, con su Nóbel del 82, publicó una carta en la que directamente se alegraba de lo sucedido. En este contexto, poco faltó para que se presentara a Ben Laden como un cruzado por las libertades y contra el hambre. Sí, se condenaban los crímenes espantosos de la Zona Cero, pero inmediatamente después, y con mucho más alarde, se culpaba a los americanos de haberlos sufrido. “Se lo merecen”, dijeron muchos, aquí y en toda Europa, aquella alucinante tarde de septiembre.

Treinta meses después, nos tocó a nosotros, los madrileños, los españoles, sufrir la desmesurada barbarie terrorista. Un espanto más allá de lo soportable nos sacudió como un terremoto una mañana de marzo, su onda expansiva, en forma de imágenes repetidas en televisión no una sino cinco mil veces, nos aplastó contra la pared. Nadie olvidará jamás lo vivido en esos días. Pero la historia se repitió. En las primeras horas, o días, se creyó en la autoría etarra. Después se abrió la posibilidad de un atentado islámico. La autoría está aún sin confirmar, lamentablemente. No entraré a valorar, ahora quién mintió en aquellos días, los que me conocen saben de sobra mi opinión. El caso es que en un país manifiestamente marcado por el terrorismo separatista vasco, una vez más se abrió camino la tesis del Gara. La tesis, sostenida en un principio por los voceros de ETA y los izquierdistas más radicales (IU, recordemos, exhortaba a sus simpatizantes a acudir a las manifestaciones con pegatinas anteguerra), de que este atentado fue culpa del gobierno Aznar, es decir, de España, por su política exterior. Los americanos se lo merecían, nosotros también nos lo merecemos. La tesis es claramente contradictoria con otra, sostenida por todas las izquierdas en el marasmo informativo previo a la guerra de Irak, que aseguraba que Sadam y el terrorismo islámico carecían de relaciones, pero eso no impedía que se lanzara a la cara del PP, y en ocasiones a sus votantes, la acusación de ser los causantes indirectos de la matanza, lo que a su vez cargaba de razón moral a los asesinos del 11 de marzo. Como muestra, los gritos de “asesinos” y los intentos de agresión que sufrieron Rodrigo Rato y Josep Piqué en Barcelona, o los gritos de “esta es la guerra que no quisimos”, “vuestra guerra, nuestros muertos” o “Aznar asesino” en Madrid. No eran dos, ni tres. Eran miles de personas las que culpaban al PP del atentado del 11-M, y no todos eran fanáticos antisistema. Para mucha gente, normalmente moderada en sus presupuestos, Aznar era el culpable directo o indirecto de los atentados de Madrid.

No les falta razón a aquellos que dicen que Occidente lleva en su alma el gen de la autodestrucción, si en los momentos más duros de nuestra historia reciente la tesis que más adeptos tiene es la tesis del Gara.

27.7.04

 

En memoria de Vizcaíno Casas

Sabido es que en este país, que en tiempos se llamó España, si hay algo que no se le perdona al compatriota es el éxito. Si el éxito lo obtiene, encima, alguien que se sale de la línea marcada por la mayoría imperante, la descalificación y el odio no sólo están justificados, sino que son obligados. Como bien apunta Arturo Pérez-Reverte en su última novela, “de todos es sabido que Caín era español, hidalgo, y cristiano viejo”. Fernando Vizcaíno Casas tuvo ocasión de comprobar en su propia persona la verdad de esta afirmación.

A Vizcaíno Casas le conocen los universitarios de hoy como “un escritor facha”, y poco más. Lógicamente, nadie que le otorgue ese único calificativo habrá leído una sola de sus obras. Además de ser un polemista nato, y un hombre que defendía su verdad por encima de la masa vociferante, Vizcaíno Casas fue un gran escritor. Nacido en Valencia en 1926, perteneció a una generación, llamada por algunos “la generación fantasma” o la “generación sin nombre”, que no participó en la guerra civil, por lo que, aunque sufrió con toda su dureza todas las consecuencias de la guerra, no recibió al acabar ésta honores o compensaciones por el horror sufrido ni, al cabo de los años, como él mismo escribió en el prólogo a Hijos de papá (1979), reclamar compensaciones históricas por la derrota sufrida. Pero pertenecía, y sigo citándole, a una generación que construyó la España que nosotros hemos heredado, que levantó el país de sus cenizas y lo convirtió en un lugar habitable, y que fue la que pasó “de la alpargata al 600”, como se suele decir. Todo eso se le niega a Vizcaíno Casas, junto con su condición de grandísimo escritor. En mi opinión fue uno de los mejores de la segunda mitad del siglo XX, pero no me hagan caso, yo no pertenezco a la secta intelectual y, sobre todo, no soy de izquierdas, por lo que mi seso debe estar reblandecido. Quizá por leer tanto a Vizcaíno Casas.

En casi todas las obras del valenciano se respira un humor en ocasiones amable, otras veces vitriólico, que hace de sus novelas un agradable paseo a lo largo de la época que él vivió. Vizcaíno Casas describió como nadie la vida cotidiana en la Guerra Civil, en novelas como Chicas de servir o Zona Roja (1985 y 1986, respectivamente). Fue, por decirlo de alguna manera, un gran escritor costumbrista, que narró, tratando de ser fiel a la verdad y a su memoria, y sin servir a intereses partidistas, lo que sucedió en realidad en la guerra y en el franquismo. Es otra de las razones del odio que le profesaban las izquierdas en España. La guerra civil del 36 debía (y debe) ser un combate entre el bien (la república) y el mal (Franco), y es impensable pensar que pudiera haber buenos entre los nacionales y malos entre los republicanos (o los rojos, como se les llamaba entonces). Va contra las normas.

Sus novelas paródicas, o de historia-ficción, como él las llamaba, no se quedan atrás en cuanto a calidad literaria se refiere. La que más éxito tuvo (y una de las más influyentes de la transición), ...y al tercer año, resucitó (1978), vendió casi 600.000 ejemplares; en un país donde, según las estadísticas, no lee ni el presidente de la Real Academia de la Lengua, puede considerarse una cifra estratosférica. Pero no es la única gran sátira que escribió Vizcaíno Casas. Las Autonosuyas (1981), en la que surge de la nada una delirante autonomía en la sierra de Madrid, y en la que se recrea una escena que se convertiría en realidad[1] no muchos años después, la del lehendakari y el president necesitados de un traductor Catalán-Vascuence, es otra de sus mejores novelas, que también alcanzó un gran éxito en las librerías[2]. Los años de gobierno socialista le dieron material más que de sobra para sus sátiras. Desde el nepotismo en los cargos públicos, que alcanzó cotas sólo conocidas en la Rumanía de Ceaucescu, hasta el despilfarro presupuestario, pasando, como no, por la falacia demagógica del “partido de los descamisados” (Alfonso Guerra dixit), o por las mordazas impuestas a la prensa no afín. Así, en 100 años de honradez, Los descamisados o en ...y los 40 ladrones, deja al descubierto las vergüenzas, miserias y contradicciones del gobierno de Felipe González, todo ello, tratado con un humor que, bajo la apariencia de amabilidad, esconde una verdad como un templo: los socialistas fueron unos chorizos.

Con todo, quizá la obra más polémica de Vizcaíno Casas, y la que levantó más ampollas, fuera ¡Viva Franco! (con perdón) (1980), en la que se hacía un repaso desde el punto de vista histórico, social, económico y político, a los 36 años de dictadura franquista (aparte de un choteo considerable sobre la democracia recién nacida a través de diversas noticias aparecidas en la prensa). Vizcaíno Casas defiende en este libro lo que no debería ser más que una obviedad; el hecho de que, si bien es cierto e innegable que durante los años de autoritarismo franquista no había libertades políticas, no fue todo ni de lejos tan negro como lo pintaban (y lo siguen pintando) los “retroprogresistas”. En este libro se esboza lo que, más de dos décadas después, sigue siendo un tabú en la historiografía y en la política españolas. El hecho de que, bajo el franquismo, pese a todo, o quizás gracias a ello, España se desarrolló como nunca en su historia lo había hecho, que los españoles, dejando aparte la política, pudieron por fin creer en un futuro mejor para sus hijos, y que España vivió una época de prosperidad económica y social sin precedentes. Para sostener esta tesis no hace falta ser franquista, ni siquiera simpatizar con el personaje histórico del general Franco (el abajofirmante no lo hace), simplemente hay que intentar ser fiel a la verdad. Pero han pasado veintitrés años desde la publicación de este libro, y defender la verdad de esta tesis significa ser tachado inmediatamente de fascista. Incluso defender que durante el franquismo no hubo un páramo cultural (otra de las patrañas que desmonta Vizcaíno Casas en este libro, y en algún otro) es sinónimo de comulgar necesariamente con la dictadura franquista. Y es que hay cosas que no cambian en esta España nuestra.

Me gustaría terminar este pequeño homenaje a uno de mis escritores favoritos con unas frases suyas que resumen toda una filosofía política; la de la reconciliación entre esas “dos Españas” que no deberían existir ya.

“Como en toda historia protagonizada por hombres de carne y hueso, hubo buenos y malos en ambos bandos, sin que forzosamente la adscripción ideológica determinase conductas moralmente arquetípicas. Tal fue la verdad de la guerra civil, donde coexistieron los más nobles y hermosos gestos con conductas viles y mezquinas. Y ello, tanto en la zona roja como en la nacional; que no en vano eran españoles quienes poblaban una y otra”

[1] En el Senado español, en 1999, un senador catalán se empeñó en hablar en su lengua materna, lo que obligó al resto de senadores a escuchar el discurso a través de unos auriculares, como en la ONU.

[2] 125.000 ejemplares, para ser exactos.

Publicado en la revista Casa Cuartel, febrero 2004



24.7.04

 

Aznar y la medalla

Ya tenemos otra exclusiva de la SER. Tras nombrar a Acebes sucesor de Aznar, descubrir a los nueve etarras que participaron en el 11-M, encontrar suicidas en los trenes y descubrir que el CNI había descartado la pista etarra antes que el propio CNI, ahora la SER ha descubierto que Aznar es un corrputo. Un día de estos nos dirán que Rafael Simancas es un superdotado. En fin.
Dejemos aparte la falsedad del titular de la SER, que gran parte de los medios de comunicación han recogido tal cual, y dejemos aparte, también, el odio enfermizo que demuestran siempre que pueden los medios talantistas, quiero decir, polanquistas, hacia el anterior gobierno. Vayamos al grano.
 
Como ya se ha hecho público, la inmensa mayoría de los países tienen contratos con bufetes de abogados que cuidan de la imagen y los intereses de dichos países en EE.UU. Aproximadamente la mitad de los países con embajada en Estados Unidos han firmado contratos similares. Alemania, según Telemadrid, tiene 21 contratos con bufetes de abogados en EE.UU., y Japón 17. Por poner dos ejemplos. España, por su parte, ha firmado contratos parecidos desde 1983, cuando Julio Feo, entonces un adjunto a González, firmó el primero. Aznar no ha hecho nada nuevo, lo cual no es que le honre, precisamente. Y Aznar tampoco ha pagado dos millones de dólares para que le den una medalla, dado que el contrato se firmó diez meses después de que un congresista republicano propusiera concedérsela. Pero el odio de la SER lleva a titulares como el que hemos visto. Fue en la SER donde se acusó a los peperos de ser "los asesinos de García Lorca", y cosas por el estilo, así que ya nada sorprende.
 
Con este asunto de la medalla de Aznar me pasa como con el caso Rasputón del gobierno balear. En aquel asunto, los 129 Euros que se gastó la expedición en un club de alterne me parecen una mamarrachada comparados con los varios kilos que salieron del erario público para, en teoría, "promocionar el turismo balear" en Rusia, y ya de paso asistir al Spartak de Moscú-Mallorca. Pero la prensa y los socialistas se centraron en las veinte mil pelas del burdel (muy judeocristiano todo) mientras que dejaron de lado el viaje en sí, que es lo verdaderamente escandaloso. ¿Por qué? Porque ellos harían lo mismo, lógicamente.
 
Con la medalla, lo mismo. Lo grave no es que Aznar hiciera gestiones para acelerar la concesión de la Medalla del Congreso, lo malo es que estemos gastando dos millones de dólares en "cuidar la imagen de nuestro país", vaya usted a saber lo que significa eso. Los gastos que desglosa la SER en su artículo ya enlazado son, como suelen ser, astronómicamente absurdos, pero ya sabemos lo que es un bufete de abogados. Una máquina de sajar dinero. Lo malo es que gastemos de forma innecesaria todo ese dinero, no que una parte ínfima se dedique a hacer presión en el Congreso, que por otra parte, le habría concedido la medalla igualmente a Aznar.

18.7.04

 

Un alto en el camino: Contra el PP

Llevo un par de días dándole un repasito a los primeros ciento y pico días del gobierno de Zapatero, como saben mis escasos pero inmerecidos lectores. Continuaré con ello unos días más, puesto que el gobierno socialista es una máquina de cometer errores, monstruosos unos, hilarantes otros, lamentables todos. Pero no quisiera dejar olvidarme del principal partido de la oposición, el PP, partido al que estoy afiliado desde hace escasos cuatro meses. En otro momento quizá cuente el por qué de mi afiliación a un partido que ni de lejos responde a las demandas de un liberal, que es lo que soy y como me siento, aunque si hacen cuentas con las fechas no les será difícil averiguar la razón más inmediata.
 
Para el PP fue traumático pasar a la oposición. No se esperaban perder las elecciones y en el partido, no sin parte de razón, se considera que la victoria socialista estaba directamente influida por los espantosos atentados de Madrid, y por la tremenda manipulación que muchos medios, especialmente la SER pero no sólo la SER (El Periódico de Catalunya, El País, parte de El Mundo y hasta el gratuíto 20 minutos), pusieron en marcha a partir prácticamente del mismo día 11. No cabe duda de que la SER mintió en varias ocasiones. La más clamorosa, la del suicida, pero no fue la única. La actitud del PSOE, manipulando descaradamente los acontecimientos desde el mismo día 12 de marzo (Pepe Blanco primero, Rubalcaba después, Zapatero finalmente, dijeron en algún momento y de manera más o menos sutil aquello de "merecemos un gobierno que no nos mienta"). Las actitudes, también, de partidos minoritarios como IU, que recomendó en su web acudir a las macromanifestaciones del día 12 con pancartas y pegatinas de "No a la guerra", o ERC, (socio del PSC, no olvidemos) cuyo líder, se ha sabido ahora, llamó a Arnaldo Otegui para convenir con él una maniobra de desestabilización del país aprovechando la sangre aún caliente de los muertos, fueron decisivas, probablemente, en la debacle popular y en la victoria socialista. Pero la mentira venía desde hacía un año, cuando el gobierno Aznar apoyó en primera línea la guerra para derrocar a Sadam Hussein de una vez por todas, y la oposición en pleno se echó a la calle, mintiendo a diestro y siniestro, manipulando todo lo manipulable y sacando a pasear el más rancio antiamericanismo. El PP ni pudo, ni supo, ni quiso defender su verdad, y la tesis de la maldad intrínseca americana rapiñadora de petróleos ajenos quedó como verdad absoluta, hasta para los socialistas más moderados que no dudaron en apoyar la guerra de 1991, que era la misma, en realidad. Y ahí sigue a pesar de los esfuerzos de Libertad Digital y de mis vecinos de la Red Liberal. Fue eso, combinado con el espanto del 11-M lo que apeó a los populares del gobierno, sí, pero el Partido Popular, durante meses, olvidó también que fue el pueblo soberano el que decidió que lo mejor para España era el socialismo. Nos guste o no, que a mi no me gusta en absoluto, el PSOE fue votado por once millones de personas, y el haber perdido setecientos mil votos en cuatro años fue culpa del PP, no de Rubalcaba, que sí, es una sabandija, pero no es el que diseñó la paupérrima estrategia del PP, ni es el que eligió a un candidato de "perfil bajo" como Rajoy para la candidatura. Y fue Acebes, otro de los hombres de Aznar, el que llamó miserables en público a todos aquellos que dijeran que no era ETA, dando pie así a la campaña de mentiras de la SER y medios adictos al PSOE, cuando, unos más y otros menos, todos pensábamos en la posibilidad del terrorismo islámico. No fue el único error que cometió Acebes en aquellos días. No, no mintió, y su actitud al informar en todo momento de lo que se sabía o no, trabajando a contrarreloj sin cesar, es loable, pero sus errores fueron infantiles. No creo que el PSOE mereciera ganar esas elecciones, pero el PP se ganó perderlas a pulso durante años. Sea cual sea la oscura trama del 11-M, el PP debió actuar con más agilidad mental en aquellos terribles días.
 
El PP está saliendo, poco a poco, del trama de las elecciones de marzo, y parece como Lázaro, se levanta y anda un ratito. Pero a Rajoy en concreto y al PP en general le falta la mala leche necesaria para atacar en todos los frentes, uno tras otro. Zapatero tiene infinidad de flancos débiles, eso está claro, su programa electoral, con el que llegó al gobierno, será incumplido en gran parte por pura imposibilidad, pues era un programa para ganar votos, pero no las elecciones. Pero eso es lo de menos. El PP debe atacarle en todas y cada una de las tropelías que cometa. No entiendo como no han (hemos) sacado a la calle a un millón de personas para lanzarle a la cara a Zapatero y Maragall la canallada del trasvase del Ebro. En vez de eso, que sería lo de menos para que los valencianos, murcianos y almerienses pudieran desahogarse a gusto, veinte tipos se dedicaron a sacar pancartitas en el congreso con el lema "agua para todos", que sí, comparto, pero que convierte al PP en un pancartero más, como bien dice Manel en Hispalibertas. No entiendo como no se dan cuenta de que eso le puede molar a los izquierdistas más impenitentes y pancartiles, que jamás votarán al PP, pero que a la derecha social nos da cierto asquito. Ídem con los papeles de Salamanca. El famoso archivo que la Generalidad de Cataluña reclama como propio. El PP se comportó en Cataluña como un partido nacionalista más, quizá por temor a que el PSC o sus socios de Terra Lliure, quiero decir, de ERC, les llamaran fascistas o anticatalanes. Con eso puede que espanten votos propios y desde luego no ganarán ajenos. Puestos a votar nacionalista, la derecha catalana vota CiU, lógicamente.
 
Volviendo a Génova, su debilidad mayor han sido los complejines. Mari Complejines. No es posible que en ninguna universidad española haya una asociación ligada al PP, ya sea de estudiantes liberales o de lo que sea. No es posible que cuando la izquierda política desata una campaña contra la LOU plagada de mentiras y usando como arietes a las asambleas de estudiantes, en ninguna parte aparezcan carteles a favor de la LOU, y nadie de las juventudes del PP, las Nuevas Generaciones, salga a explicar qué y por qué se hace. No es posible pero es así. Y es que el PP, después de la mayoría absoluta del 2000, se olvidó de que la política es algo del día a día, y que los votos de hoy se pueden tornar en lanzas mañana o pasado mañana. El PP perdió los papeles en muchas ocasiones, como aquella, nauseabunda, en la que a una pregunta de un socialista sobre los accidentes de tráfico respondió una desnortada con el escándalo de los pactos Carodianos con ETA. Y eso era consecuencia directa del endiosamiento de Aznar, un Aznar que montó el bodorrio de El Escorial para su hija (es muy libre de hacer lo que quiera, pero por Dios, una cierta estética es lo mínimo exigible para un presidente del gobierno), un Aznar que es el mismo que hurtó a las bases y al resto del partido el debate sobre su sucesor al frente del PP y nombró con su divinidad digital a Rajoy. Aznar ha sido, en mi opinión, el mejor presidente de gobierno de la democracia, pero cometió infinidad de errores, muchas veces contra su propio partido y contra su propia base social.

17.7.04

 

Ciento y pico días (IV): Salvar al soldado Torrente

El presidente Rodríguez, sabe muy bien, como lo sabemos todos, que les debe mucho a los especialistas en "agit-prop" del mundillo cinematográfico. Ellos le han hecho una brutal y sectataria campaña gratuíta, y así se han podido ahorrar los anuncios del dóberman y el títere nazi que tanto furor causaron en los noventa. Y Zetapé, agradecido a tamaña muestra de lealtad, no ha dudado en ordenar a su Ministra de Kultura (contra al guerrra), Carmen Calvo, alias Cecé, que apoquine del dinero público lo que haga falta para compensar a la Bardem y compañía de tanta molestia. Así, Cecé está dispuesta a aprobar una "ley de excepción cultural", que santifica lo español (huy, esto huele a fascio), lo nacional (peor), bueno, lo propio del Estado Español frente a los productos extranjeros. Es decir, una ley proteccionista, que paga de nuestros bolsillos las películas que no queremos ver, y que contribuye, con un soberano pastón, a que nuestro cine siga sin ser aceptado por la mayoría de la población.
 
Cecé obligará a las teles, públicas y privadas, por el morro, a dejarse un 5% de sus beneficios en el cine patrio. Además, estudia encarecer las entradas de las películas dobladas y ese sobreprecio (que pagamos todos) donarlo generosamente a los cineros hispánicos. Por si fuera poco, también estudia imponer a las salas de cine y a las televisiones una cuota de exhibición . Lo que busca Cecé no es otra cosa que impedirle al público que elija. Así de simple y así de lamentable. ¿Qué el público prefiere el cine de los malvados y belicistas americanos? Pues se le obliga, por decreto ley, a tragarse cine español, le guste o no. La consecuencia directa de todo esto será un descenso evidente en la recaudación de las salas, porque como el propio Gutiérrez Aragón reconoció en su momento, el hecho de que haya más dinero no repercute en que se hagan mejores películas. Y desde luego, suele repercutir en que se hagan películas menos rentables. Cuando uno no se juega su dinero sino el de todos, le da igual que sus películas sean aceptadas o no. Total, el espectador ya ha pagado.
 
Decía Carmen, ese oscuro objeto de deseo, que "la calidad de una película no puede ser medida por el número de espectadores", y está en lo cierto. De hecho, si a la frase le quitamos el complemento preposicional, sigue siendo absolutamente certera. La calidad no puede ser medida. Pero el número de espectadores sí se puede medir, y el cine español tiene un 19% de cuota de pantalla, frente al 80% de los americanos. ¿Significa eso que las películas americanas son mejores? No, eso es cuestión de opiniones. Lo que significa es que los americanos hacen más películas que le interesan al público. La gente, les guste o no a los cineastas, van al cine a pasarlo bien, a disfrutar, no a que les cuenten dramones minimalistas, y menos si están hechos sin talento (aunque esto es mi opinión). Aparte, los espectadores no van a ver películas que no conocen, y el gasto en publicidad del cine español es mínimo en porcentaje comparado con el de los americanos. Americanos que, por cierto, han construido su industria a base de arriesgar su dinero, y a través de grandísimos éxitos y fracasos. Porque lo que hace que una peli sea un éxito o un fracaso es la taquilla, no lo que los críticos puedan decir. A no ser, claro, que lo único que uno pretenda al hacer cine sea aumentar su ego a la par que su cuenta corriente, algo que sólo es posible si le dan dinero público para ello. Y es que imaginemos que un autor de novelas cobrara un pastón sólo por escribir la novela, se vendiera o no. O incluso si se publicara o no, que hay películas españolas que ganan dinero sólo con rodarse, y luego ni se estrenan. De ahí a que ni se rueden hay un paso. Pero la izquierda, que dice muchas veces querer "una cultura para el pueblo" no deja que sea el pueblo el que elija que cultura quiere.
 
Todo esto que digo lo expresa mejor, con más gracia y con más mala leche Arturo Pérez-Reverte. Si no lo han leído, que lo disfruten...

16.7.04

 

Ciento y pico días (III): Talantevisión Española

Mucho se quejaron los socialistas, y con toda la razón del mundo, del sectarismo de los informativos de Alfredo Urdaci. No es que Urdaci fuera un maestro de la manipulación, las teles autonómicas son, en todos los casos, cotos privados de los gobiernos, que hacen y deshacen a su antojo. Las teles catalana o vasca manipulan hasta en el mapa del tiempo (lo de la Euskadi Tele Askatasuna llega a ser sangrante), pero el malo maloso, el sectario manipulador por excelencia, el único que merecía condenas, insultos y páginas web en su contra era Alfredo Urdaci.
 
Llegaron los del talante, y nombraron a una catedrática, Carmen Caffarel, como directora del "ente público", ese mamotreto monstruoso que nos cuesta a cada españolito un pastón al año, y cuya deuda es muy superior, por ejemplo, al presupuesto de universidades, gracias a las sucesivas gestiones sociatas y peperas, que en esto bien poco se han diferenciado. Fran Llorente, el del telediario políticamente correcto, fue nombrado director de informativos. Y los resultados de este nuevo talante están a la vista. Un setenta por ciento del tiempo de noticias políticas de los telediarios se le dedica al PSOE. Setenta por ciento, oye, que no está mal. No digo que sea paritario, pero que no se les viera tanto el plumero estaría bastante bien. Pero es que, según Carmen Caffarel, la manipulación a la que Fran Llorente está sometiendo a TVE está, recordemos, legitimada por las urnas, así de clarito y sencillo. Si manipulamos, es porque el pueblo soberano así lo prefiere. Licencia para manipular, que diría cero cero siete.

15.7.04

 

Ciento y pico días (II): Regalando constituciones

Continuando con el repaso a estos cien maravillosos días de  felicidad y buenrollismo generalizado, encontramos otra muestra del talante que anima a nuestro admirado en todo el orbe presidente del gobierno. Más dolorosa, por lo simbólico, que trascendental, pero que da idea de lo que pretende el presidente y hasta donde está dispuesto a llegar. El mismo día de la masacre de Madrid, el Parlamento Europeo acordó que el 11 de marzo fuera el día europeo de las víctimas del terrorismo. Después, los quince decidieron por unanimidadque la futura constitución europea se firmara en Madrid, como homenaje a las víctimas de 11-M. El PSOE aplaudió la decisión, Zapatero lo confirmó en su discurso de investidura y en la propia campaña de las europeas Borrell habló del tema en varias ocasiones.
 
Pero hete aquí que, un buen día, sin mediar más razón que "el terrorismo no debe variar nuestros planes", Zapatero decide apoyar la firma de la constitución en Roma, privando así a la ciudad de Madrid de acoger un acto simbólico pero trascendental. ¿Cuáles son las verdaderas razones de esta oscura decisión? Se apuntaron varias. La primera, recabar el apoyo de Italia para la popuesta del gobierno español sobre oficializar el catalán en la UE (a nadie se le escapa quién inspira, o mejor dicho, impone dicha propuesta). La segunda, evitar que se hable aún más del 11-M. Zapatero sabe, como lo sabe todo el mundo, que su victoria el 14 de marzo estuvo tremendamente influida por los acontecimientos del terrible día 11, y no quiere que se hable del tema más de lo necesario. Así, nos encontramos con una comisión descafeinada que se está centrando mucho más en si el gobierno del PP engañó deliberadamente a la opinión pública que en averiguar por qué se pudo cometer semejante crimen contra la humanidad en el corazón de Madrid. Al PSOE le conviene mucho más no sólo echar mierda sobre el PP (como es habitual), sino, sobre todo, evitar tocar lo fundamental. Quién fue, que apoyos tenía, que extraña trama se oculta detrás de los agujeros negros del 11-M.
 
La decisión de Zetapé sobre la firma de la Constitución Europea no es especialmente grave, pero sí que es una frivolidad dolorosa para muchos, que queríamos que un documento trascendental e histórico se firmara en Madrid como homenaje a las víctimas y como recuerdo perpetuo de éstas. Es un agravio a la ciudad de Madrid, que, como es sabido, no es en exceso afecta al socialismo. Yo me pregunto ¿qué habrían dicho y hecho en Barcelona de haberle negado algo así, y en esas circunstancias, a la Ciudad Condal? Es fácil de imaginar, ¿verdad?

 

Ciento y pico días (I): Heroica retirada

Ya llevamos más de cien días de talante por detrás y por delante, es decir, de gobierno Zetapé. En estos ciento y pico días, así a lo tonto (no podía ser de otra manera) las pifias, cagadas, errores, estupideces y sodomías diversas del gobierno han sido numerosas, aunque a veces han sido divertidas, eso sí. Efectuemos un repasito:

La primera de todas, la retirada de las tropas de Irak. Durante los días que siguieron al 11 de marzo y que desembocaron en la sorprendente para todos excepto para mí que soy vidente (o mejor dicho, pesimista) victoria del PSOE en las elecciones generales, más de uno y más de mil pensaron que la culpa de los atentados era de Aznar por "meternos en la guerra de Irak". España no participó en ninguna guerra, pero bueno, dejando eso aparte resulta curioso que los que decían que Irak no tenía nada que ver con el terrorismo después aseguraran exactamente lo contrario. El caso es que nuestro talantudo presidente, Marqués del Buen Rollito, prometió antes de los atentados retirar las tropas el día 30 de junio si no había una resolución de la ONU que transfiriera la soberanía, bien a la propia ONU, bien a un gobierno iraquí. Sin embargo, dos meses y medio antes, el día 18 de abril, Zetapé ordenó el heroico regreso de nuestras tropas destacadas en Irak, aduciendo que no iba a haber resolución de la ONU antes de la fecha que él mismo fijó como límite. Dejando aparte que traerse las tropas de Irak dejó a España a la altura del betún y que para los asesinos de medio mundo dejó claro que con unas bombas se puede tranquilamente achantar al gobierno español (siempre que sea socialista, claro), el caso es que la ONU tan admirada por Zetapé (aunque, recordemos, Zetapé dijo en el congreso que estaría en contra del derrocamiento de Sadam hubiera o no resolución de la ONU a favor de ello) si que se marcó una resolución que contradecía al Barón de la Sonrisa Sodomita, y la reacción zapatoide y de su gobierno fue doble. Por un lado, asegurar que ya conocían la resolución cuando retiraron las tropas (algo, como poco, improbable, pues aún no había sido presentado el borrador), y segundo, proclamar a los cuatro vientos, por medio de Miguel Ángel Desatinos, alias Curro, henchido el pecho, prietas las nalgas, firme la voz y noble el espíritu, que la resolución onusina había sido provocada precisamente por el histórico retroavance de las tropas españolas en Irak. Es decir, que según nuestro talantoso (rima con calamitoso, pero es casualidad) gobierno, su heroicamente digna actitud había sido el detontante de algo que ya existía cuando tomaron la decisión. ¿Contradicción? No, chavales. Se llama talante. Que no os enterais, carajo. Por si todo este follón fuera poco, que no lo es, España apoyó en la sede onusina la misma resolución que no se iba a producir aunque la conocían y que además fue provocada por nuestro heroico regreso aunque ya existía en el momento de la fuga. En fin, un desatino(s).

 

Silencio administrativo

Ha pasado un mes desde el asesinato de dos guardias civiles y no sabemos aún quién fue, por qué ni como. No sabemos nada. Se dijo en un primer momento que los asesinos eran albanokosovares, o miembros de alguna mafia de países del este de Europa, pero un mes después no hay detenciones, ni declaraciones, ni, por supuesto, comparecencias del ministro de interior. ¿Esconden algo o yo soy un paranoico?

13.7.04

 

Los niños palestinos

A ver, que alguien me explique cómo encaja la noticia que hoy publica Sky News (de la que se hacen eco los de siempre) con la visión talantoide y progresista del avispero de Oriente Medio. Que me expliquen, los que comparan Ramala con Auchswitz o Gaza con Treblinka, con los malvados sionistas de carceleros, cómo quieren que Israel se defienda de esto. O de esto otro, sucedido en marzo.

Creerse, como se cree la inmensa mayoría de la población y de los medios de adoctrinamiento de masas (exceptuando, claro, los de siempre), que el terrorismo palestino está causado por Israel es estar dispuesto a creerse cualquier cosa. Como que el 11-M lo provocó Aznar por su apoyo diplomático al derrocamiento de Sadam Hussein. Por ejemplo.

Antonio Gala escribía ayer en el Mundo (Girauta lo recoge en su columna), a propósito del muro que separa a los terroristas palestinos de sus objetivos israelíes, si "no tendrá la comunidad universal (sic) que proteger a Israel de si mismo", y si "no es así como se provocan los holocaustos". Toma moreno, la culpa del judío malvado por defenderse, a quién coño se le ocurre. Y claro, luego los asesinan a millones. Por listillos. Si es que hay que joderse. Y es sólo un ejemplo, entre decenas, cientos, que se pueden leer y escuchar cada semana.

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El obrero de derechas

Creo que hay pocas frases más desafortunadas que esa que dice que "eres más tonto que un obrero de derechas". Como gracia carece de ella, y como principio político es uno más de los timos intelectuales a los que vengo poniendo a parir desde que empecé a escribir aquí. Desde que tengo uso de razón política (así como a los dieciséis o un poco antes, como casi todos) he escuchado mil razones para no ser de derechas. La primera, ser joven. Ser joven y ser de derechas es contradictorio, porque los jóvenes tenemos que desear cambiar el mundo, ser rebeldes e inconformistas y blablabla, y eso es incompatible con ser de derechas, según mis sucesivos contertulios izquierdistas. Uno cree que la rebeldía no consiste en abrazar una causa o una opción simplemente por lo que promete, sino por lo que cumple. Y no conozco causa izquierdista que haya mejorado el mundo. El ecologismo no pasa de ser, lamentablemente, un conjunto de topicazos mal juntados unos con otros, unos incomprobables (el calentamiento global), otros exagerados (cada día se extinguen 10 especies animales), otros contradictorios entre sí (no a la contaminación del aire, pero tampoco a las centrales nucleares). Del comunismo y otras utopías rojoides ya he hablado muchas veces. A mi las "intenciones" que muevan a alguien para sembrar el horror, el hambre y la muerte, me la traen más que floja. Me decía mi admirado Ernesto de la Serna entre copa y copa de ron que "el comunismo al menos lo intentó", y yo me pregunto qué fue lo que intentó y de qué le sirven las ideas maravillosas de paz y fraternidad a los millones de muertos del Gulag o del Laogai. O a los presos de la isla-cárcel que es Cuba. Por no hablar de Corea del Norte, único país del planeta cuyo jefe de Estado es un tipo que palmó hace diez años (Kim il Sung).

En cuanto a la rebeldía contra la injusticia, la solidaridad y demás, nunca he encontrado el nexo necesario entre esos conceptos y la pertenencia a la izquierda como línea de pensamiento. A mi me joroban las injusticias como al que más, y no por eso soy de izquierdas, y comparto la sensibilidad ante los problemas ajenos como cualquiera de mis amigos y apañeros de facultad, sin embargo discrepo con ellos a la hora de como solucionarlos y del papel que yo puedo jugar en esa solución. Creo que es muy fácil e igual de inútil tirar del diccionario de citas y asegurar banalidades como "si me das un pez me solucionarás el día, si me enseñas a pescar me solucionarás la vida", aplicándolas a problemas complejísimos, y no comparto la idea, ni de lejos, de que todos los problemas del planeta sean culpa de los occidentales, desde el hambre en África hasta la radicalización del Islam. Así, me niego a participar en tamborradas y verbenas por ideas que no comparto, ideas que se dicen solidarias o rebeldes, pero que a mi no me lo parecen en absoluto. Y por eso, no soy ni rebelde ni solidario. Por no compartir la misma idea de una y otra cosa con los que se dicen "de izquierdas".

Llevo muchos años escuchando esa cantinela que dice que "el PP es el partido de los ricos y los fascistas". Ahora puede parecer anacrónico, exagerado, o directamente falaz, pero en 1996, cuando el que suscribe tenía 17 años, era el pan de cada día. Contra los ataques que desde la derecha política y mediática se hacían a la corrupción desmesurada y al desmadre totalitario del PSOE, se respondía siempre con lo mismo. El PP es el partido heredero del franquismo y es un partido antiobrero. Nada importaba que el PSOE, partido supuestamente obrero, casi consiguiera disparar el paro hasta la cifra de cuatro millones de personas (una cuarta parte de la población activa) y que najo su mandato se hubieran asesinado a 28 personas con la excusa de la lucha antiterrorista. Se decía que el PP recortaría las libertades y que se produciría una involución. A lo mejor alguien que sea más jóven que yo no me cree, pero basta con echar un vistazo a los periódicos de la época (yo de vez en cuando leía El País en la biblioteca del instituto y fue en esos años cuando descubrí cuán miserable es Haro Tecglen) para darse cuenta de los ataques tan duros como infundados que sufrió el PP. Y con el PP, todos los votantes y, como era mi caso, simpatizantes. En más de una, dos, cien, doscientas ocasiones, tuve que soportar que me llamaran facha, nazi o cualquier insulto similar. No eran fanáticos del black block los que me lo llamaban, eran gente como yo, que iba a clase como yo y vivía en casas como la mía. Y eso que vivo en una ciudad cuyo alcalde, del PP, lo es con cerca de los dos tercios de los votos desde hace década y media. De haber vivido en Fuenlabrada no se qué hubiera sido de mi.

El caso es que, por el mero hecho de ser simpatizante de un partido, a mi me colgaron el sambenito de facha. Igual que por el mero hecho de discrepar con las opiniones de los "solidarios" (ahora talantudos o talantuosos), se me tachaba de insolidario. Es, más o menos, como si yo me autodenominara inteligente y por esa razón, todo aquel que no piense como yo fuera gilipollas. Por algo los progresistas se llaman así a si mismo, y por algo los conservadores tenemos ese nombre, que no lo hemos inventado nosotros, claro.

Los que sean de la Comunidad de Madrid conocerán la expresión "el cinturón rojo", que se refiere a las ciudades del sur de Madrid, gobernadas mayormente por el PSOE desde hace tiempo. En Barcelona ocurre otro tanto, aunque la propia capital esté gobernada por el PSOE desde hace décadas, a diferencia de Madrid. La población de ese cinturón rojo es lo que se denomina, en otra expresión falaz, "trabajadora" (como si los demás no trabajáramos) y se explican con elo los sucesivos gobiernos de izquierdas que han tenido, o padecido, según los casos. En ese cinturón rojo el PP es el partido más votado en casi todos los pueblos, (dejando aparte el caso de Parla, donde el alcalde del PSOE lo es con casi las tres cuartas partes de los sufragios) y tiene la mayoría absoluta en el más grande de ellos, Móstoles. Fue, probablemente, la mayor sorpresa de las últimas elecciones municipales en Madrid. La anterior legislatura otra de las ciudades "rojas", Alcorcón, también estuvo gobernada por el PP con mayoría absoluta. En Leganés y Getafe el PP es el partido más votado, y gobierna el PSOE apoyado, como siempre, por IU. Y uno se pregunta si esas decenas de miles de votantes del PP que son "trabajadores", como todo quisque, son tontos, pues son obreros y supuestamente de derechas. También me pregunto en nombre de qué el PSOE o IU, la izquierda en general, se arrogan la representación de esa inmensa masa de gente que trabaja para llevar pan a casa y por qué los que no compartimos sus ideas, aunque trabajemos tanto como el que más, somos necesariamente "señoritos", "pijos", o como les de por llamarnos, aunque cobremos menos, vivamos en casas peores o trabajemos más horas.

Y no es una minoría fanática la que piensa así. Pregunten a su alrededor, o si son de izquierdas, mírense el ombligo un rato, y comprobarán como lo que digo es cierto. Para una inmensa mayoría de izquierdistas, los que nos definimos como "de derechas", o liberales (soy de los que piensa que la línea entre derecha e izquierda es tanto más difusa cuanto mejores son las condiciones de vida de la población) somos insolidarios, conformistas y egoístas. Eso no quiere decir la gente de izquierdas vea en si misma el paradigma de la bondad, pero sí que se creen que son "mejores", si se me permite la expresión, o que, al menos, se preocupan más por el de al lado.

 

Impagable artículo de Pío Moa

Para los que somos, o seremos historiadores, este artículo no tiene precio. De no ser porque estamos en vacaciones, lo fotocopiaría y pegaría por toda la facultad de Historia de la Complu, donde estudio. Léanlo.

9.7.04

 

Que honor

Descubro, con mucho retraso y a través de Hispalibertas, que un bitacorero, reportero profesional y, por lo que parece, ex redactor del difunto Diario 16, ha publicado una lista de bitácoras que a su parecer se basan en la "intolerancia", la "intransigencia" y la "obsesión antiizquierdista". En esa lista están, nada más y nada menos que Hispalibertas o Barcepundit, a las que desde luego no se les puede acusar de "intransigencia" y todo lo demás. A Agados, el de El Buque Negro, que también está en la lista negra, se le puede acusar de ser demasiado oscuro en ocasiones, pero no de intolerancia. Si acaso se le puede acusar de que su brillantez expositiva nos deja en pañales a más de uno. David Millán, los de Liberalismo.org (los enlaces, a la izquierda de sus pantallas) y otros ilustres también entran en la categoría de fascistas metidos a liberales. Y para mi sorpresa, yo, un recién llegado, aparezco junto a los popes del bitacoreo liberal, en pie de igualdad, como un fascista más. La verdad, me llena de odgullo y zatizfación.

8.7.04

 

Comisión imposible

Todos lo suponíamos, y yo el primero, y la realidad ha acabado por hacer realidad nuestras predicciones más pesimistas. La comisión del 11-M, tal y como imaginábamos, no se está centrando en averiguar cómo, quién y por qué masacró a doscientas personas en Madrid. Por lo visto, la comisión hace todo su trabajo de cara a la opinión pública, y los medios, absolutamente todos, también están centrándose en eso (se salva, un poco, El Mundo pedrojotero, pero nadie más). Los medios, y sus señorías, se están dedicando a arrimar el agua a su sardina, o el ascua a su molino, para poner a parir al de enfrente. Y de averiguar qué coño pasó, nasti. Se comprenden así altercados como el de hoy, con un diputado pepero llamando "defensor de ETA" a otro peneuvista y un follón de mil pares montado en la sala.

Por ahora, lo que hemos averiguado es lo que ya se sabía y sólo desde la ceguera oportunista o desde la mala fe se podía negar. Que el PP cometió varios errores de comunicación en los días posteriores al atentado (el más importante, el de Acebes al tildar de "miserables" a los que insinuaran que no había sido ETA), que parte de esos errores se explican porque mandos policiales dijeron que el explosivo había sido Titadine (hoy se ha averiguado quién fue) y que, fundamentalmente, Acebes no mintió para obtener réditos electorales. Todos los mandos policiales consultados han confirmado lo que dijo, por más que los medios izquierdistas se empeñen en editorializar lo contrario. La tarde del 11-M se abrió la pista islámica y la investigación no se centró en esa pista hasta el sábado 13. QUe Acebes dijera, tres horas antes de las dentenciones de aquella tarde, que ETA seguía siendo la principal sospechosa, no quiere decir absolutamente nada. A nadie se le escapa que la mejor manera de atrapar a un criminal es no poniéndole sobre aviso. O sea, que básicamente sabemos lo que sabíamos antes de hoy sólo con mirar la cronología de los hechos. Es triste que una comisión supuestamente formada para aclarar los entresijos del atentado esté derivando en una disputa política. Entiendo que el PP tiene derecho a defenderse de los ataques sostenidos del socialismo sectario, pero no debería caer en su juego. La comisión durará unos tres o cuatro meses. Esperemos que no se dediquen todo el tiempo a tirarse los trastos a la cabeza.

Por cierto, lo más espectacular de la comisión, lo del portero. EL primer tío que abrió la veda de la pista islámica, el hombre con el que el PSOE se empeñó en abrir la comisión, el que dijo ante sus señorías que algún policía le dijo la misma mañana del 11-M que no había sido ETA, contradiciéndose con su propia declaración ante el juez... resulta que es un hombre del PSOE. Joé como está el patio. No es por malpensar, pero esto no es que huela. Hiede.

7.7.04

 

Eusko Talantuak

Ya son dos avisos. El primero, de Isabel Durán en Libertad Digital. El segundo, de Isabel San Sebastián en El Mundo (no pongo enlace porque es de pago). La San Sebastián cuenta que políticos del PSOE de Guipúzcoa están negociando, nada menos, que la "relegalización" de Batasuna, tal como lo oyen, o lo leen, mejor dicho. El PNV bate palmas con las orejas y a Begoña Lagasabaster se le hace el chichi mermelada. Como bien dice Federico, el PSE se parece cada vez más al de Madrazo y cada vez menos al de Redondo Terreros. Te echamos de menos, Nicolás. Lo de permitir la vuelta de los presos etarras a la Universidad del País Vasco para que, amedrentando a los profesores, consigan sus notazas, es sólo el primer paso, aparentemente, de algo mucho más grave, que ya es decir. Estaremos al tanto.

 

Vive la resistance

Un amigo me envía por correo un artículo de Santiago Alba publicado en el Gara y recogido luego en rebelión.org. El artículo, del 30 de junio, refleja con precisión quirúrgica la opinión que cierta intelectualidad hispánica y parte de los votantes de determinados partidos comparten acerca de los terroristas que desan Irak con secuestros, coches bomba, y ataques indiscriminados contra la población civil. Pero vayamos al artículo, que no tiene desperdicio.

Un país invade otro sin más motivo que el que lleva a un perro grande a apoderarse de un hueso, destruye sus ciudades y mata a su pueblo, escoge a un grupo de colaboracionistas para que redacten una constitución, forma un gobierno nativo dirigido por un virrey extranjero, promueve y airea la guerra civil para justificar su hazaña, invoca la liberación de los ciudadanos, el fin de la tiranía, la derrota del obscurantismo y el establecimiento de valores ilustrados y tortura u hostiga cruelmente a la mayoría resistente, a la que tilda de "fanática" o "terrorista". Esto es lo que está haciendo EEUU en Iraq, pero esto asimismo -para que lo entendamos bien- es lo que hizo Napoléon en 1808 cuando conquistó Madrid. Los hijos de Aznar, de Trillo, de Moratinos, de Zapatero, han estudiado en sus escuelas el levantamiento popular contra el francés y la invención de las "guerrillas" como la página más gloriosa de la historia de eso que llaman España.[...]


Personalmente, no he estudiado la guerra contra Napoleón como algo "glorioso" para España, ni en el instituto, donde me enseñaron que el "vivan las caenas" fue algo bastante patético, ni, desde luego, en la facultad. Pero dejando aparte eso, la frase con la que se abre el texto, lo del perro grande y el hueso olvida bastantes acontecimientos, como son, por poner algunos ejemplos, el gaseo de los kurdos en el Norte de Irak, el incumplimiento reiterado de las resoluciones de la ONU por parte de Sadam, la expulsión de los inspectores de la ONU durante años, la ruptura del armisticio del 91 por parte de Sadam, el apoyo de Irak al terrorismo palestino, las armas de destrucción masiva (lean a Franco Alemán si quieren saber cuanto gas mostaza encontraron los militares polacos en Irak), etcétera. Santiago Alba olvida todo esto porque en su cosmovisión, como en la de tantos otros, EE.UU. tiene necesariamente que hacer el papel de malvado. Lo de la "mayoría resistente" parece de broma. Este caballero, por llamarle de alguna manera, no se ha enterado, aún, de que en Faluya llegó a haber manifestaciones contra el terrorismo islamista, y también, que la mayoría de la población se opone a que la masacren de forma impune. No se a quién toma por tontos, a los iraquíes o a nosotros.

Hace apenas tres semanas, los quince miembros del Consejo de Seguridad de la ONU aprobaron por unanimidad la resolución 1546, en un acto vergonzoso -sin precedentes en la edad moderna- de claudicación ante la fuerza de las armas. Con ello se establece el paradójico principio jurídico de que invadir un país es ilegal, pero no así haberlo invadido. Si no se puede forzar al más fuerte a respetar la ley, entonces la ley debe reconocer el derecho de la fuerza e incluso recompensarla con tropas y dinero. Intereses espurios bajo cuerda o amenazas apenas veladas (¿qué habrá llevado a la Siria sancionada a votar la propuesta de EEUU?) han acabado por convertir sin ambages a las Naciones Unidas en un porta-aviones estadounidense, y eso precisamente cuando más dificultades encontraba el ejército de Bush para gestionar política y militarmente la ocupación. Pero esta paradoja (la de que haber invadido una nación soberana sea conforme al mismo Derecho que había tratado de impedir la invasión) es la bomba lógica que decreta el final de un orden jurídico internacional, siempre débil, siempre impotente, siempre amilanado, pero en cuya "forma" seguían creyendo la mayor parte de los ciudadanos del mundo. Hoy ese se ha acabado. Chirac y Zapatero manifestaron sus reservas, declararon que la resolución no era la "ideal", pero anunciaron al mismo tiempo que había que votarla para proteger la "unidad internacional". ¿Unidad internacional contra la ley y contra la moral? ¿Unidad internacional a favor del violador, del criminal, del verdugo? Las "reservas" son pequeñas frente a esta majestuosa armonía superior: hay que hacer concesiones a las bombas de racimo, a la muerte de civiles, a la tortura, al saqueo de un país, al uranio empobrecido, a los guantánamos, a las mentiras -y aceptar las consecuencias terribles e imprevisibles que estas concesiones tendrán para todo el mundo- con tal de proteger la "unidad" de la ONU, cuya misión es precisamente la de evitar todas estas cosas. Chirac y Zapatero han privilegiado la "unidad" sobre la ley -y sobre las víctimas iraquíes- y de esa manera han contribuido a desautorizar para siempre la "unidad" internacional cristalizada en las Naciones Unidas y a convertirla -con lo que esto significa para el conjunto de la humanidad- en un objetivo legítimo de la resistencia iraquí. Las recientes cumbres de la UE y de la OTAN demuestran que "unidad" es el eufemismo que los europeos utilizan para designar toda una serie de conceptos que riman con "indecencia": dependencia, obediencia, impotencia.


Es decir, que la ONU vale siempre y cuando se oponga a los EE.UU. Si no, la ONU no tiene razón de ser. Esta ONU fue la misma que legitimó la invasión del 91, a la que Santiago Alba, sin duda, se opuso, no así nuestros socialistas, que por aquel entonces eran menos pancarteros que lo que legarían a ser después. Claro, estaban en el gobierno. Esta ONU, coincido en algo con este tipo, es una farsa, porque una ONU en donde la vigilancia de los derechos humanos corresponde a Libia, China o Sudán, no puede ser otra cosa más que una broma. Santiago Alba se opone a que los franceses, que como todos sabemos tenían importantísimos intereses en el Irak sadamita (ver en Barcepundit o en Nihil Obstat la vergonzosa y desmesurada corrupción del programa Petróleo por Alimentos) prefieran ahora estar mejor avenidos con los americanos, como si su postura antiguerra de hace un año hubiera estado motivada por otra cosa que no fuera el mantenimiento del estatus francés en Irak. O el ruso. A España ni le iba ni le venía nada en oponerse al derrocamiento de Sadam, al que nuestro amiguete Alba no le dedica, en todo el artículo, una crítica, por pequeñita que sea. Termina asegurando nuestro filósofo garense, que rima con forense, que la resolución de la ONU convierte a la ONU en objetivo de la "resistencia", es decir, que culpa, de antemano, a las víctimas, como si la sede de la ONU no hubiera sido atacada hace ya un año por los "resistentes". Resistentes que, por si Santiago Alba no se había enterado, masacran fundamentalmente a la población civil. Sí, ese "pueblo" a quien este tipo dice defender y en nombre del cual parece hablar. Ese pueblo que sólo ha recibido opresión e injusticia, como lo demuestra esta lista. En fin. Sigamos.

Ayer, 28 de junio, se produjo en Iraq eso que los políticos y medios de comunicación llaman pomposamente "transferencia de poder", como antes llamaron a un reparto de botín "conferencia de donantes". Ayer Paul Bremer, hasta ahora proconsul de EEUU en Bagdad, traspasó el poder... a John Negroponte, ex-embajador estadounidense en la ONU que él dinamitó, fiera fría responsable de la creación de escuadrones de la muerte en la Honduras de los ochenta y fiel ejecutor de la política "anti-insurgente" de Reagan en América Central. Sus decisiones las anunciará y pondrá en obra a partir de hoy Iyad Alawi, primer ministro de Iraq por la gracia de Bush, agente de la CIA y responsable de atentados terroristas contra el régimen de Sadam Hussein.


Espera un segundo. Si los atentados terroristas masacran decenas, cientos de civiles, es "la resistencia". Si son contra un régimen tiránico y genocida... son atentados terroristas a secas. Toma ya. Eso es coherencia. Claro que, qué carajo se puede esperar de un tío que escribe en el periódico de ETA. Pero en fin. Dejemos los argumentos ad hominem a un lado y sigamos con el artículo. Ahora lega la mejor parte. Las negritas son mías.

Ayer terminó y volvió a empezar la ocupación; hoy sigue la ocupación y, frente a ella, sigue la resistencia. Los moderados, los "conservadores" de verdad, los civilizados de todos los partidos y todas las iglesias, debemos apoyarla sin dejarnos engañar; debemos apoyarla porque la justicia está de su lado, debemos apoyarla porque la resistencia representa el espíritu de las Naciones Unidas ahora fenecidas, debemos apoyarla porque sin su concurso EEUU habría llegado aún más lejos -Irán, Siria, Cuba, Venezuela- y todos un poco más abajo. Debemos apoyarla porque, incluso si la UE, la OTAN, los medios de comunicación y algunos millones de extremistas pasivos se empeñan en presentar o mirar las cosas del revés, la resistencia tiene razón. Y si tan sólo resistiese un único iraquí, si todos los demás hubiesen sido vencidos o engañados, si el miedo o la indignidad hubiesen hecho mella en todos los demás, ese único iraquí tendría razón; ese único iraquí resistente constituiría la "mayoría de uno" (frente a la "minoría de todos") a la que Thoreau se refería al hablar de la lucha contra la esclavitud.[...]


Santo Cielo. O sea que la "resistencia", como el y todos los media la llaman, o los terroristas que provocan, día sí, día también, matanzas indiscriminadas de civiles, como decimos otros, ¡representa a la ONU y sus valores! Unos tíos que han asesinado a miles de civiles de forma absolutamente indiscriminada, buscando causar el mayor daño posible, sin pretender otra cosa que provocar el caos y la destrución, esos tíos ¡representan los valores de la ONU! Pues sí que está bien la ONU, Santiago, para que sus valores los repreenten unos asesinos sin escrúpulos. No voy a seguir porque entraría, de nuevo, en argumentos ad hominem y no me apetece. Bastantes tacos digo a diario como para escribirlos aquí también. Pero he de decir que la infamia de este artículo sólo podría ser publicada en el sucesor natural de un periódico que, cuando liberaron a Ortega Lara, titúlo "Ortega vuelve a la cárcel". La infamia, la tergiversación, y la apología del terrorismo son las mismas.

Y es que el mismo concepto de "resistencia" repugna al sentido común. ¿Les gustaría, a los apologetas de la "resistance iraquí", vivir bajo un gobierno de los terroristas islámicos como los franceses vivieron bajo el gobierno de De Gaulle? Si tan loable es la puta resistencia, que se unan a ella. Pero que no ensalcen como héroes a los asesinos. Que ya huele la cosa.

6.7.04

 

Los liberales no tenemos sentimientos

Una de las consecuencias de la predominancia de la propaganda izquierdista en los medios es la extendida asociación de términos como "solidaridad" o "paz" con la izquierda, o las izquierdas, que dice Gustavo Bueno. En una ocasión escuché a Ismael Serrano decir que "el neoliberalismo salvaje y la dictadura del dinero no son compatibles con la solidaridad". Toma nísperos, ahí queda eso. Son muchos los que opinan que el liberalismo, o la derecha, o como nos llamen, no somos ni solidarios, ni pacíficos, ni nada que se le parezca. Nosotros abogamos por el mantenimiento de las desigualdades, por la guerras por petróleo, y nos importa un carajo que los niños se mueran de hambre en África o bajo las bombas en Bagdad. Los que se definen de izquierdas, sin embargo, tienen "un ansia infinita de paz", cágate lorito, y quieren acabar con el hambre, con las guerras, con las injusticias y con lo que se les ponga por delante.

A los pocos días de comenzar la guerra para cargarse el infecto régimen sadamita, una bomba cayó en un mercado, cargándose a cuantos pasaban cerca de allí. Aquella bomba puede que ni siquera fuera americana o inglesa, sino del propio Sadam. Algo así se insinuó en algún periódico, pero la noticia despareció. La prensa mundial recogió la imagen de una niña mutilada, y no hubo periódico que no sacara en su portada la foto de la pobre chiquilla. Unos y otros sacaron la misma conclusión. La guerra es infame, los que hacen esto son asesinos. Bush es un criminal y Aznar le ha apoyado en esto. Poca gente se atrevió a decir "sus votantes también son unos asesinos", pero alguno hubo. Los medios lanzaban la foto de la cría muerta a la cara de los líderes mundiales, y también a la de aquellos que apoyaban la guerra de Irak (yo no era uno de ellos entonces, aunque lo cierto es que mi opinión ha cambiado mucho en este año y medio). ¿Creen, aquelos que enarbolaban en sus manifestaciones la foto de la niña muerta, que a los liberales, o a la derecha, nos hace alguna gracia que mueran inocentes? ¿Creen acaso que no nos duele igual ver como una cría es despedazada por un misil? Pues claro que nos jode. Y mucho. Pero la vida de esa niña vale lo mismo, guste o no, que la de los israelitas a los que Sadam adoraba asesinar (no me digan que no sabían que Sadam apoyaba el terrorismo palestino), la vida de esa pobre inocente vale lo mismo que la de los kurdos que Sadam habría exterminado si pudiera. La vida de esa chiquilla de diez años vale exactamente lo mismo que la de los occidentales que Sadam habría asesinado si le hubieran dejado. Porque ya me dirán cual era la alternativa a la invasión. Dejar a Sadam en su trono muy agustito, corrompiendo a media ONU y quedándose con el dinero que en teoría tenía que alimentar a su pueblo. Porque colaborar, lo que es colaborar, este tío no colaboró hasta que vio a 100.000 soldados americanos en Kuwait. Y sólo entonces dejó pasar a los inspectores de la ONU que había echado años antes. Así que milongas, las justas.

En cuanto a la solidaridad. Mire usted, señora. A mi la solidaridad, si es voluntaria, me parece estupenda. Nada más admirable que esa gente que se va a curar enfermos a países en guerra a cambio de más bien poco. Si alguien quiere donar la mitad de su sueldo a obras de caridad, me parece muy pero que muy bien. Pero a mi que no me obliguen. Que la gente se muera de hambre (mucho menos de lo que nos dicen las ONG, que mienten a sabiendas vaya usted a saber por qué) es espantoso, pero no carguen sobre mis hombros la culpa de que eso ocurra. Miren a sus gobiernos, a sus sistemas, a su falta de libertad, no a mi sueldo. A mi me horroriza como al que más ver a críos muertos de hambre arrastrarse, pero no pretendan que me sienta culpable porque eso ocurra, al menos no culpable en un sentido literal. Somos culpables de haber nacido en una sociedad avanzada y libre, pero no de que los gobiernos de aquellos países exploten y maten de hambre a sus ciudadanos, o a sus súbditos. Quizá nustros gobiernos, que mandan allí toneladas de dinero para que se los queden los culpables de aquellas hambrunas, tengan mucho que ver en ello. Quizá nuestros gobiernos, que rinden pleitesía a hijos de puta como el sátrapa norcoreano Kim Jong Il o a escoria como Mengistu, podrían no hacerlo, pero lo que se les reprocha no es que ls den dinero a los asesinos, a los que masacran a su pueblo, no, lo que se les reprocha es que les den poco, que "permitamos" que se mueran de hambre miles de personas mientras nosotros vivimos confortablemente. Y es ahí donde entra, una vez más, la estafa intelectual y moral. Los liberales nos negamos a que de nuestros impuestos, que nos parecen una salvajada en sí, se destinen miles de millones de pesetas para dárselos a Arafat, o a cualquier dictador africano. Los liberales creemos que alimentar a quienes provocan hambrunas y alientan la pobreza con su política intervencionista no es precisamente el camino para acabar con los pobres, o con el hambre. No queremos que la gente palme de inanición. Por eso nos negamos a ayudar a quienes son los culpables de esa situación. Y a que nos culpen por ello.

5.7.04

 

Contra la igualdad

No hay nadie que sepa leer que no conozca el famoso lema gabacho de la libertad, la igualdad y la fraternidad. Aquello de la revolución del 89 y su lema es una de las más importantes aportaciones de Francia al mundo, junto con el queso Camembert, Platini y su inimitable estilo al volcar camiones. Pero el lema es desastroso, creo yo. Lo de la libertad, vale, me parece esencial y todo eso, pero lo de la fraternidad me resulta un poco Kumbayá y lo de la igualdad me saca de quicio.

Si entendemos la igualdad como la igualdad de oportunidades o la igualdad ante la ley, vale, eso está muy bien y dudo que haya alguien a quien no le parezca bien. Nada más propio de los liberales que eso. Pero si entendemos la igualdad como el final de las diferencias económicas entre unas personas y otras, mire usted, ahí ya sí que no. La igualdad es un camelo que, como la utopía ha traído infinidad de horrores allá donde se ha pretendido instaurar. Y no es que se haya traicionado el ideal, como tampoco se ha traicionado jamás el ideal comunista, sino que la idea misma está viciada de base.

Pretender un mundo sin ricos ni pobres es, sencillamente, pretender un mundo lleno de pobres. En un mundo en el que nadie se pudiera hacer rico vendiendo sus productos o inventando otros nuevos, desaparecería la iniciativa. En un mundo donde el trabajo bien hecho, y el conectar con los deseos de la mayoría en un momento dado no fuera recompensado con muchos dineros, la investigación, el desarrollo de nuevas tecnologías y, sobre todo, el acceso de la mayoría a esas nuevas técnicas y productos no existiría. La existencia de "ricos" implica la aparición del lujo. Y no es difícil llegar a la conclusión de que el lujo de hoy es la normalidad de mañana. Los coches, los cuartos de baño, los viajes en avión, los ascensores o los teléfonos móviles comenzaron siendo un lujo y ahora los tiene hasta el gato. Y eso se ha hecho, no a costa de los sufridos pobres del tercer mundo, cuya situación tiene mucho más que ver con la inexistencia de libertad de empresa que con su existencia, sino gracias a los empresarios que, con la idea de abaratar sus productos para vender más y acceder a más población, se han gastado sus millones, y los de sus empresas, en ello. No es altruismo, es inversión. No se hace por generosidad, se hace para ganar más dinero. Pero con ello se consigue lo que el Estado, que no puede ser otro el "promotor" de la dichosa igualdad, que una mayoría acceda a productos y servicios que tiempo atrás estaban vetados para ellos. Sí, es aparentemente curioso y paradójico. La bondad de una idea (la igualdad) produce el horror. La supuesta maldad de otra idea (el afán de lucro) produce la extensión del poder adquisitivo y la riqueza.

A nadie le gusta ver como la gente se muere de hambre en determinados países, y, desde luego, a nadie le gusta que haya mendigos en las calles. Pero achacarle al capitalismo y al liberalismo dicha situación es absurdo. Es precisamente en países donde "la igualdad" es el lema de sus gobiernos donde más desigualdad existe. La idea de que el capitalismo primermundista provoca la desolación en África o Asia es un error y una estafa intelectual. Vean a Corea o Japón. El que produce, vende, y el que vende, gana dinero. Si más gente prefiere tu producto, ganarás más dinero. Se vota con el bolsillo, se elige cada día en el supermercado o en el concesionario de coches. Allá donde no hay libertad de empresa, donde en nombre de la "igualdad" se impide a las personas que elijan y que intenten darles a los demás lo que demandan, es donde la igualdad consiste en una inmensa multitud famélica. La "redistribución de la riqueza", léase los impuestos a quienes más ganan para construir polideportivos y escuelas para el resto, es otra de las mayores estafas intelectuales y económicas de nuestro tiempo. Lo que se hace con ello es penalizar a quienes más producen, con lo que producen menos, y la extensión de la riqueza que en condiciones de libertad económica sería más rápida, se empantana, así que a los "pobres" (me refiero a aquellos con menos poder adquisitivo, no a los mendigos) tardan más en acceder a productos y servicios que de otra forma podrían adquirir con menos trabas. Es decir, los ricos, menos ricos, y los pobres, más pobres.

Se podría decir, y se dice, que, con ese dinero que el Estado les quita a los "ricos" (en realidad se lo quita, sobre todo, a la parte superior de las clases medias, pero esa es otra historia), se pueden "corregir" las desigualdades, es decir, montar colegios, polideportivos y hospitales para quienes menos tienen. Es otro error. El Estado no sabe, ni puede saber, qué es lo que quiere o necesitan sus ciudadanos, puesto que los intereses y necesidades de cada cual chocan necesariamente con los de otras personas. Nunca llueve a gusto de todos, ya se sabe. Así pues, el Estado, que suele tardar más y hacer peor las cosas que las empresas, ya sean autopistas o colegios, impone su opinión, su idea de lo que debe ser la corrección de las desigualdades, su manera de hacer las cosas, a los ciudadanos. Por más diálogo y consenso y talante y demás que un gobierno ponga a la hora de gastarse el dinero de todos, es evidente que lo hará peor que lo haría un empresario a la hora de ofertar esos mismos servicios a "los pobres". Además de que a "los pobres" les resta posibilidad de elección. Es decir, en nombre de la igualdad, se consagran las desigualdades.

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