30.8.04

 

Trabajo para El Observador.

Uno es insomne por naturaleza, y más en época de Juegos Olímpicos. Así que suelo ver los telediarios que las televisiones programan más allá de la medianoche. Es costumbre en estos telediarios desgranar los titulares de los periódicos del día siguiente. El principal titular de ABC del sábado pasado era este:
Desconvocado el paro de grúas en toda España tras el acuerdo logrado anoche
Pero la televisión de todos y cada uno... de los socialistas, únicamente mostró en pantalla este titular, que aparece en pequeño a la izquierda de la portada:
Bush admite "errores de cálculo" acerca de la posguerra de Irak
La intención queda clara. La tele pública huele a talante por los cuatro costados. La verdad es que en El Observador le dedican menos espacio del que merece, para tanta manipulación como practica.

27.8.04

 

Michael Moore y el antiamericanismo patológico

Debo tener una jeta un tanto insulsa, porque a lo largo de mi vida me han sacado parecidos razonables con más de un personaje famoso o famosillo. Desde Harry Potter hasta Pío Cabanillas (hay que joderse), parece ser que me parezco a todo empollín con aspecto de no haber roto un preservativo, quiero decir un plato, en su vida. Uno de los últimos parecidos razonables que me asestaron fue con Michael Moore. De este hecho deduzco dos cosas: la primera, hay que cuidar esa barriguita y esa papadita, chavalín, la segunda, siempre me comparan con gente a la que no tengo especial estima.
Michael Moore se hizo famoso en España por su "documental" (las comillas están puestas con toda la intención) Bowling for columbine, en el que intentaba lanzar una diatriba contra la libertad de compra y posesión de armas en EE.UU. A primera vista, dicho "medemental" (ignoro quién es el inventor de tan feliz expresión, pero sugiero un Premio Cervantes para él) es demoledor a la par que entretenido, pero un análisis minucioso desmonta (en inglés, un resumen en español aquí) las mentiras y tergiversaciones que Michael Moore cometió en su elaboración. A pesar de tan contundentes refutaciones, Michael Moore sigue siendo un ídolo para la izquierda, que le tiene como un tipo histriónico pero objetivo, cuando en realidad es sólo un bufón experto en manipulación.
En estos días se exhibe su última obra, premiada en el festival cimematográfico de Cannes, Farenheit 9/11, en la que, como dicen en La Página Definitiva, Michael Moore realiza un documental únicamente pensado (si alguien lee "Qué han hecho con mi país, tío" podrá comprobar la veracidad de dichas afirmaciones) para derribar a Bush, denunciando las relaciones de George Bush y su familia con la familia Ben Laden, entre otras cosas. No he visto el documental, así que no me pronunciaré sobre el tema, aunque al final del artículo dejo unos enlaces, algunos en inglés, para quien le interese.
El caso es que Michael Moore gusta por varias razones. Primero, porque es un bufón, como dice Juanma Prada. Segundo, porque critica de forma descarnada a la sociedad americana, y eso, a los europeos, nos encanta. Y tercero, porque confirma, o eso creemos, nuestras más húmedas reflexiones sobre la maldad de los EE.UU. y sobre todo de George Bush. A los europeos, a pesar de que, como decían en LPD, a Michael Moore se la trae floja Europa (algo intolerable en un republicano, pero insignificante en un izquierdista), nos encanta Michael Moore porque nos hace reconfortarnos en esa sensación de superioridad moral que sentimos cuando hablamos de los EE.UU., nos permite regodearnos en nuestra propia ignorancia sobre la sociedad americana, adjudicándoles defectos de los que nosotros mismos somos culpables, nos permite seguir en una tierna adolescencia intelectual, o indigencia mental, en lo que a la democracia americana se refiere. Hace posible que sigamos manteniendo esa posición arrogante ("aquí se vive mejor", "aquí somos más demócratas", "aquí ningún actor llegaría a presidente de una Comunidad Autónoma", "aquí no asesinamos gente en las cárceles", "aquí somos más cultos" etc...) gracias a la cual miramos por encima del hombro a los "putos yankis".
Enlaces recomendados:
- El síndrome de Michael Moore, por Pablo Molina
- Unfairenheit 9/11, las mentiras de Michael Moore, por Christopher Hitchens (en inglés)
- Cincuenta y nueve engaños en Fahrenheit 9/11, por Dave Kopel (en inglés)
- Unfairenheit 9/11=Bullshit, por Byron Crawford (en inglés, de todo hay que poner)

24.8.04

 

Fútbol es fútbol

Tengo un poco olvidada la bitácora en estas fechas. Entre el trabajo, la caló y los JJ.OO. de Atenas, que acaparan casi todo mi tiempo de ocio, la verdad es que apenas tengo tiempo para informarme y menos aún para escribir. Pero bueno, ya que estoy aquí, escribiré algo ligerito, y de paso, sigo el consejo de una amiga, que me pone a parir siempre que puede, y que, la última vez que nos vimos, me reprochó escribir siempre de lo mismo, o sea, de política y políticos.

Así que dejaré de lado las succiones de Zetapé a gabachos y marroquíes, las mentiras constantes que se escuchan sobre Irak, las mentiras de Chávez, el fraude en Venezuela, avalado por el peor presidente que hayan tenido los EE.UU., las enseñanzas de Revel en el libro que me estoy leyendo, Diario de fin de siglo (que es uno de los menos buenos de los suyos), y todo lo demás para hablar de una de mis pasiones. El fúmbol, o sea.

No recuerdo exáctamente cuándo comenzó a gustarme el fútbol. Tengo una foto en la que aparezco con dos añitos, levantando palmo y medio del suelo, y vestido de futbolista. Le pegaba al balón con cierto estilo, según se desprende de la fotografía. Más tarde, cuando era adolescente, el fútbol empezó a llenar las tardes de domingo, y desde entonces hasta hoy, más de una década después, he sido uno de tantos españolitos que se compran el Marca por lo menos una vez por semana. El fútbol me ha dado tardes de euforia y entretenimiento, y largas charlas entre amigos, discutiendo quién es mejor que quién en tal o cual puesto, o qué combinación de atacantes es mejor, amén de otras discusiones de semejante calado y profundidad, valga la redundancia.

Parece mentira como un deporte que mueve tantísimos millones de euros al año, profesionalizado hasta el extremo, en el que los valores se han diluído hasta alcanzar proporciones homeopáticas y en el que la representatividad territorial hace tiempo que dejó de existir (ya me dirán en que representa Ronaldinho a Barcelona, o Zidane a Madrid) levante tantas pasiones, hasta el extremo de sacar a la calle a centenares de miles de personas cada vez que se gana un título, y provocar que el diario más leído, y con gran diferencia sobre el segundo, sea un periódico deportivo.

El fútbol está carcomido desde dentro por su propia futilidad, que está agravada, a su vez, por las tonterías que los comentaristas (sobre todo Míchel) dicen cada vez que retransmiten un partido. La mayoría de lo que rodea el fútbol es, sencillamente, asqueroso. Desde la extema importancia que se le da en los telediarios, con declaraciones de futbolistas y entrenadores repetitivas y sobadísimas que son tan huecas como innecesarias, hasta la violencia descerebrada de algunos, muchos, que se toman el fútbol como una cuestión personal, o, peor aún, nacional. También es bastante lamentable comprobar como, aquellos que les reprochan a los empresarios que ganen dinero pierden el culo con futbolistas que ganan mucho más por darle al balón. Ahí, la malvada lógica del "neoliberalismo salvaje" importa más bien poco. Cosas veredes.
El caso es que, desde hace ya mucho, el fútbol es un inmenso negocio mucho más que un deporte, es una maraña de mentiras y tergiversaciones en la que a veces parece que importe más vender camisetas que ganar títulos, un descomunal contenedor de chorradas que deja de lado muchas veces lo más importante, que no es otra cosa que el juego, lo que pasa sobre el campo. Nunca me han hecho gracia esas tontadas de los progres antifutboleros que dicen no entender por qué once tíos en calzones corriendo tras una pelota levantan tantas pasiones, cuando once tíos en pelotas corriendo tras un calzón sería mucho más interesante, pero sí que hay que reconocer que la importancia desmesurada que se le da al deporte en nuestra sociedad puede hastiar a más de uno.
Y sin embargo, a mi no me cansa en absoluto. Me gusta leer quién se va de tal equipo a tal otro, quién marcó tal gol en cual partido, y, desde luego, me gusta ver por televisión, o en el campo si mi maltrecha economía me lo permite, los partidos de mi equipo. Y también de otros equipos. Es una afición que me proporciona alegrías y tristezas, decepciones y euforias y también grandes momentos con los amiguetes, como dice el anuncio de las cervezas. Supongo que, como decía aquel filósofo, el fútbol es la escuela de la vida.

11.8.04

 

"Merecemos un gobierno que no nos mienta"

¿No era eso lo que decía el dinosaurio felipista? Pues a ver si se lo enseñan a ese cacique sureño llamado Chávez, quiero decír, Chaves.

No soy el primero que comenta al asunto del doble rasero, antes ya lo han hecho LD y Ajopringue, entre muchos otros, pero es que es sangrante cómo se trata a unos y a otros según el color del gobierno. El Prestige fue la mayor catástrofe ecológica de la Historia del Universo Conocido. El incendio más devastador en una década, no es tan grave. Cascos era, como poco, un irresponsable, como mucho un hijo de perra, por irse a cazar el día que se hundió el Prestige. Chávez, perdón, Chaves... es que tiene una gracia el jodío, con ese deje que tiene como nos vamos a meter con él, hombre, aunque en su DNI ponga hijo de padre desconocido, es andaluz, el chavalote, que gracejo, que soltura, puede irse a un concierto con la Sonso y con Mr. X. Así que nada de comparaciones con los hilillos de plastilina, aunque Chávez, o sea, Chaves mienta como un bellaco, y manipule ese engendro vomitivo llamado Canal Sur hasta cotas inimaginables salvo en el País Vasco y Cataluña, no se puede comparar con el desastre pepetrolero. La izquierda favorece al pueblo, que decía otro as de la carcajada, el jacarandoso Alfonso, más conocido como "Mienmano".

Ja, ja, ja.

4.8.04

 

Mi no comprender

En el comentario que ayer dedicaba a la ley anti botellón, comentaba de pasada ciertos datos sobre la Ley Seca de los EE.UU. en los años 20. Los datos sobre la promulgación de la Ley Seca los saqué del libro del maestro César Vidal "Enigmas históricos al descubierto", entretenida lectura veraniega que por cinco euros enseña a la par que entretiene, y mucho de ambas cosas. El ideal de pedagogía socialista, sólo que leer requiere esfuerzo, claro
El caso es que César Vidal defiende, al final del capítulo dedicado a "por qué se promulgó la Ley Seca", la siguiente tesis: "Tal y como sucede con las relaciones sexuales, el deseo de tener propiedades y otras conductas que se asientan en la naturaleza humana -algo que no resulta aplicable, por ejemplo, a las drogas y a comportamientos que dañen a terceros-, el consumo de alcohol puede ser regulado moderadamente pero no intervenido ni mucho menos prohibido tajantemente. Cuando el Estado adopta esa posición, por muy buenos que sean sus propósitos, tan sólo consigue crear efectos perversos que, en no pocas ocasiones, pueden revelarse peores que el mal que se intentaba atajar".
No acabo de comprender por qué el consumo de alcohol está "asentado en la naturaleza humana" y el consumo de marihuana, por ejemplo, no. Y tampoco entiendo por qué el Estado, según Vidal, puede intervenir en una decisión personal que no perjudica a terceros (tu libertad acaba donde empieza la del vecino, pero ni un metro antes) algo que no esté asentado en dicha naturaleza humana, sea lo que sea ese concepto.

3.8.04

 

Bono, bonito, barato

No se comprenden las tremendas acusaciones que el ministro de Defensa y ex presidente de Castilla La Mancha (un vergel gracias a su gobierno, como bien le reconocieron) ha dirigido al anterior ministro, Ángel Acebes. No se comprenden por muchas razones, la primera, que Bono fue de los pocos que, en el marasmo del 11-M y días posteriores dijo que no se creía ni una sola palabra de lo que pudiera decir ETA, y segundo, porque sabe perfectamente (es el ministro de Defensa, máxima autoridad del CNI) qué oculta el gobierno Zetapé al no dejar declarar a los confidentes y al no desclasificar papeles del CNI (lo de que están dolidos con las filtraciones es una vulgar excusa) y qué no ocultó el gobierno Aznar. Lo más sorprendente, es lo de "esto es así con comisión o sin comisión". Así que, por lo que parece, al PSOE no le está gustando nada lo de la Comisión de Investigación. Parece que el PSOE, al final, se va a apuntar a la tesis del Gara.



Y Carod y Otegui, de rositas. Y ERC, de socio de Zetapé y el de los hectolitros. Y el Pepé, aguantando como puede la mierda que el PSOE le echa encima sin pudor ni vergüenza. ¿Descubrirán algún día que la mejor defensa es un buen ataque? ¿Y que un PSOE con Rubalcaba tiene mucho por donde atacar?

 

Botellón y libertad

Seguro que a cualquiera de los que lean esto le ha ocurrido alguna vez lo que a mí me pasó anoche. Me acerqué a un supermercado de los que abren hasta tarde (vale, sí, un Opencor) para comprarme una botella de ron, y la caja bloqueó los códigos de barras de las bebidas alcohólicas aproximadamente diez segundos antes de que el cajero pasara por delante del lector la botella. Eran, según el reloj interno de la caja, las diez en punto, y comenzaba la prohibición. A uno se le queda cara de tonto (más aún cuando la dichosa caja lleva su reloj tres minutos adelantado), pero lo acepta y se acerca al piratilla más cercano a comprar el ron, la cerveza o lo que sea. No me importó demasiado pagar dos euros y medio más por la botella caciquil en la tienda de mi peruana favorita, pero estuve reflexionando un rato sobre el tema mientras bajaba a Madrid para "descorchar" la botella de la discordia.

En 1851 se prohibió en el Estado de Maine el comercio de bebidas alcohólicas. Durante las décadas siguientes muchos estados prohibieron también la venta de alcohol, hasta llegar a 21 en 1916. Al año siguiente, el congreso envió la propuesta de enmienda de la constitución a los Estados, y dicha enmienda (la decimoctava), fue aprobada en 1920, inaugurándose así el periodo de la "Ley Seca", en el que tan rico se harían Al Capone y a otros muchos.

Los motivos que movieron a la prohibición eran, si nos pusiéramos en plan paternalista, de lo más loables; librar al mundo de los efectos del consumo excesivo de alcohol. Bajas laborales, muerte, accidentes, violencia familiar, etcétera. Pero las consecuencias de la Ley Seca fueron, como es sabido (el cine se ha encargado de contárnoslo), exáctamente las contrarias. No sólo no se impidió el consumo y comercio de alcohol, sino que a la sombra de la prohibición surgieron toda una serie de mafias y clanes que controlaban el mercado negro y el contrabando de las bebidas espirituosas. La ley Seca acabó siendo abolida apenas diez años después.

En España, los motivos que impulsaron al gobierno pepero para promulgar nuestra particular "Ley Seca", la ley anti botellón, fueron también nobles, en principio. Pero también son erróneos. Como ya he comentado, es no sólo posible, sino además muy fácil, comprar alcohol a cualquier hora del día, eso sí, pagando algo más. La tienda de la peruana que me vendió el ron está aproximadamente a sesenta metros de una comisaría, así que no es difícil, ni ilógico, pensar que la policía recibe su correspondiente mordida. Hay otra tienda, más cerca aún de la comisaría, que también vende alcohol a cuqluier hora. Es decir, que, nada más prohibir el alcohol, se benefició a unos pocos, se corompió a otros pocos, y se perjudicó a la mayoría.

No sirve como excusa la protección de los menores. Puede que aún no hayan cumplido 18 años, pero tontos no son. Saben perfectamente donde comprar alcohol, antes y después de las 10 de la noche, y saben, también, dónde beberlo sin que les molesten. En lugares apartados por donde la policía no pasa. O sea, la definición de "lugar inseguro". La prohibición no consigue nada más que hacer el "pedo del viernes" más atractivo aún, si cabe.

Por si fuera poco, se criminaliza de forma absurda a todo aquel que quiera compartir unas cervezas, o unas copas, con sus amigos pasadas las diez de la noche. Se puede comprar la bebida antes, es cierto, pero el Estado no es quién para imponerme una determinada hora de hacer las compras (lo cual entronca con el asunto de los horarios comerciales de los supermercados, por cierto). Se trata a todo el que beba, con asiduidad o no, con control sobre sí mismo o no, como si fuera un adolescente botellonero. Y todo, en nombre de no se sabe muy bien qué principios. Todo, por imponer unas determinadas ideas. Como de costumbre... gracias, Estado.

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