29.7.04

 

La tesis del Gara

Exactamente dos años y medio antes de que Madrid sufriera el mayor ataque terrorista de su historia, era Nueva York la que vivía en primera persona el terror de un atentado sin límites. Las Torres Gemelas, símbolo de una ciudad y de un país, caían derribadas por dos aviones pilotados por suicidas musulmanes, atrapando a casi tres mil personas y convirtiendo el sur de Manhattan en una zona de guerra. Otro avión se estrellaba contra el Pentágono, matando a 180 personas, y un cuarto aparato caía en mitad del campo, derribado, quizás, por los asesinos al ver que los pasajeros se enfrentaban a ellos. Medio mundo lo vio en directo. En España el atentado coincidió con la hora de los telediarios, con varios millones de personas aterrorizadas delante de los televisores, que vieron y vivieron (vimos y vivimos) minuto a minuto, en directo y a todo color, el mayor atentado terrorista de la Historia. Nadie ha olvidado lo que hizo o dejó de hacer aquella tarde, ni siquiera los detalles más nimios, que han quedado grabados a fuego en nuestras retinas y memorias. El segundo avión surgiendo como una masa incandescente en nuestras pantallas, los gritos de alarma y asombro de los presentadores de los telediarios, el tercer acto del atentado en Washington, la confusión sobre cuantos aviones más había secuestrados y sobre coches bomba que supuestamente habían explotado en la Gran Manzana, el derrumbe de las torres, primero una, después la otra, el sur de Manhattan convertido en un volcán, el horror en directo.

Al día siguiente, los editoriales de todos los periódicos del planeta hablaban de ataque a occidente, de crimen contra la humanidad, de que no cabía justificación alguna para semejantes asesinatos masivos. ABC, El Mundo, El País (con el matiz de su nauseabunda portada), La Vanguardia, todos los periódicos españoles hablaban de lo mismo. Todos excepto uno. El Gara. El heredero del diario Egin, aquel que tituló “Ortega vuelve a la cárcel” cuando la Guardia Civil liberó a la víctima del secuestro más largo de nuestra historia, hablaba ese día de las responsabilidades americanas en aquel atentado. Venía a decir, más o menos, que los americanos se lo venían buscando desde hacía tiempo. Hiroshima, Vietnam, Irak o Palestina eran los hitos que el diario proetarra citaba para sostener su tesis. La idea básica era culpar a los Estados Unidos de haber sufrido aquel atentado por su política exterior.

En un primer momento nadie sostuvo esa tesis. Todos éramos neoyorquinos y punto. Pero en poco tiempo, en diferentes medios (El País, la SER, Liberation, Le Monde Diplomatique, y otros de todo el continente, y no sólo de tendencia izquierdista) la idea de que EE.UU. había sido, en parte, causante indirecto del brutal ataque terrorista que había sufrido se fue abriendo paso, y en las conciencias de la gente, también. Se repite a menudo que el hambre en el mundo es consecuencia directa del capitalismo occidental, y ese capitalismo está representado por EE.UU. en su mayor expresión. Haro Tecglen llamó a la guerra de Afganistán “Guerra de contención del hambre”, una encuesta desvelaba que el 60% de los franceses opinaba que los EE.UU. tenían una parte de responsabilidad de los ataques por mantener sumidos en la pobreza a dos tercios de la población mundial, García Márquez, con su Nóbel del 82, publicó una carta en la que directamente se alegraba de lo sucedido. En este contexto, poco faltó para que se presentara a Ben Laden como un cruzado por las libertades y contra el hambre. Sí, se condenaban los crímenes espantosos de la Zona Cero, pero inmediatamente después, y con mucho más alarde, se culpaba a los americanos de haberlos sufrido. “Se lo merecen”, dijeron muchos, aquí y en toda Europa, aquella alucinante tarde de septiembre.

Treinta meses después, nos tocó a nosotros, los madrileños, los españoles, sufrir la desmesurada barbarie terrorista. Un espanto más allá de lo soportable nos sacudió como un terremoto una mañana de marzo, su onda expansiva, en forma de imágenes repetidas en televisión no una sino cinco mil veces, nos aplastó contra la pared. Nadie olvidará jamás lo vivido en esos días. Pero la historia se repitió. En las primeras horas, o días, se creyó en la autoría etarra. Después se abrió la posibilidad de un atentado islámico. La autoría está aún sin confirmar, lamentablemente. No entraré a valorar, ahora quién mintió en aquellos días, los que me conocen saben de sobra mi opinión. El caso es que en un país manifiestamente marcado por el terrorismo separatista vasco, una vez más se abrió camino la tesis del Gara. La tesis, sostenida en un principio por los voceros de ETA y los izquierdistas más radicales (IU, recordemos, exhortaba a sus simpatizantes a acudir a las manifestaciones con pegatinas anteguerra), de que este atentado fue culpa del gobierno Aznar, es decir, de España, por su política exterior. Los americanos se lo merecían, nosotros también nos lo merecemos. La tesis es claramente contradictoria con otra, sostenida por todas las izquierdas en el marasmo informativo previo a la guerra de Irak, que aseguraba que Sadam y el terrorismo islámico carecían de relaciones, pero eso no impedía que se lanzara a la cara del PP, y en ocasiones a sus votantes, la acusación de ser los causantes indirectos de la matanza, lo que a su vez cargaba de razón moral a los asesinos del 11 de marzo. Como muestra, los gritos de “asesinos” y los intentos de agresión que sufrieron Rodrigo Rato y Josep Piqué en Barcelona, o los gritos de “esta es la guerra que no quisimos”, “vuestra guerra, nuestros muertos” o “Aznar asesino” en Madrid. No eran dos, ni tres. Eran miles de personas las que culpaban al PP del atentado del 11-M, y no todos eran fanáticos antisistema. Para mucha gente, normalmente moderada en sus presupuestos, Aznar era el culpable directo o indirecto de los atentados de Madrid.

No les falta razón a aquellos que dicen que Occidente lleva en su alma el gen de la autodestrucción, si en los momentos más duros de nuestra historia reciente la tesis que más adeptos tiene es la tesis del Gara.

Comments:
Lo de García Márquez es un bulo, me temo. Nunca escribió semejante patochada, obra seguramente de un peronista argentino. ;-)
 
Gracias por avisarme del gazapo, creía sinceramente que era suya. Bueno, si quitamos esa parte (si fuéramos de la SER) la cosa estaría igual... la carta no es de García Márquez, pero ¿cuánta gente conocemos que firmaría gustoso el apócrifo?
 
Pifia mía agravada, además, por el hecho de que en los propios comentarios del enlace que pongo se dice claramente que la carta es falsa, y hasta dan un enlace a la noticia en la que García Márquez niega su autoría. Minipunto para el equipo antileyenda urbana. Y yo que presumía de ser de ese equipo, ay.
 
Buen comentario a pesar de lo de Gabo :-))

Yo creo que es que no hay nada más satisfactorio que aprovecharse del capitalismo con la conciencia muy tranquila porque tú eres antisistema... como además lo habitual es que les toque pagar el pato a otros, pues tú a lo tuyo: "qué asco de sociedad, es que así no se puede seguir, la mitad del mundo se muere de hambre y no hacemos nada y camarero póngame otra caña y, a poder ser, una de boquerones".
 
No está de más recordar que no todos los periódicos que citas reaccionaron exactamente igual en su portada del día 12. La de uno de ellos ( si.. el que estais pensando, El País) ya hablaba de contraataques americanos , y de guerras declaradas....
 
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