3.8.04

 

Botellón y libertad

Seguro que a cualquiera de los que lean esto le ha ocurrido alguna vez lo que a mí me pasó anoche. Me acerqué a un supermercado de los que abren hasta tarde (vale, sí, un Opencor) para comprarme una botella de ron, y la caja bloqueó los códigos de barras de las bebidas alcohólicas aproximadamente diez segundos antes de que el cajero pasara por delante del lector la botella. Eran, según el reloj interno de la caja, las diez en punto, y comenzaba la prohibición. A uno se le queda cara de tonto (más aún cuando la dichosa caja lleva su reloj tres minutos adelantado), pero lo acepta y se acerca al piratilla más cercano a comprar el ron, la cerveza o lo que sea. No me importó demasiado pagar dos euros y medio más por la botella caciquil en la tienda de mi peruana favorita, pero estuve reflexionando un rato sobre el tema mientras bajaba a Madrid para "descorchar" la botella de la discordia.

En 1851 se prohibió en el Estado de Maine el comercio de bebidas alcohólicas. Durante las décadas siguientes muchos estados prohibieron también la venta de alcohol, hasta llegar a 21 en 1916. Al año siguiente, el congreso envió la propuesta de enmienda de la constitución a los Estados, y dicha enmienda (la decimoctava), fue aprobada en 1920, inaugurándose así el periodo de la "Ley Seca", en el que tan rico se harían Al Capone y a otros muchos.

Los motivos que movieron a la prohibición eran, si nos pusiéramos en plan paternalista, de lo más loables; librar al mundo de los efectos del consumo excesivo de alcohol. Bajas laborales, muerte, accidentes, violencia familiar, etcétera. Pero las consecuencias de la Ley Seca fueron, como es sabido (el cine se ha encargado de contárnoslo), exáctamente las contrarias. No sólo no se impidió el consumo y comercio de alcohol, sino que a la sombra de la prohibición surgieron toda una serie de mafias y clanes que controlaban el mercado negro y el contrabando de las bebidas espirituosas. La ley Seca acabó siendo abolida apenas diez años después.

En España, los motivos que impulsaron al gobierno pepero para promulgar nuestra particular "Ley Seca", la ley anti botellón, fueron también nobles, en principio. Pero también son erróneos. Como ya he comentado, es no sólo posible, sino además muy fácil, comprar alcohol a cualquier hora del día, eso sí, pagando algo más. La tienda de la peruana que me vendió el ron está aproximadamente a sesenta metros de una comisaría, así que no es difícil, ni ilógico, pensar que la policía recibe su correspondiente mordida. Hay otra tienda, más cerca aún de la comisaría, que también vende alcohol a cuqluier hora. Es decir, que, nada más prohibir el alcohol, se benefició a unos pocos, se corompió a otros pocos, y se perjudicó a la mayoría.

No sirve como excusa la protección de los menores. Puede que aún no hayan cumplido 18 años, pero tontos no son. Saben perfectamente donde comprar alcohol, antes y después de las 10 de la noche, y saben, también, dónde beberlo sin que les molesten. En lugares apartados por donde la policía no pasa. O sea, la definición de "lugar inseguro". La prohibición no consigue nada más que hacer el "pedo del viernes" más atractivo aún, si cabe.

Por si fuera poco, se criminaliza de forma absurda a todo aquel que quiera compartir unas cervezas, o unas copas, con sus amigos pasadas las diez de la noche. Se puede comprar la bebida antes, es cierto, pero el Estado no es quién para imponerme una determinada hora de hacer las compras (lo cual entronca con el asunto de los horarios comerciales de los supermercados, por cierto). Se trata a todo el que beba, con asiduidad o no, con control sobre sí mismo o no, como si fuera un adolescente botellonero. Y todo, en nombre de no se sabe muy bien qué principios. Todo, por imponer unas determinadas ideas. Como de costumbre... gracias, Estado.

Comments:
El principio básico de la burocracia, Diego, moverse para salir en la foto y parecer necesarios.
Saludos!!
 
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