12.10.04

 

Esperpéntico

En estos últimos días hemos podido asistir a un episodio más de esa autoasignada hiperlegitimidad moral de la izquierda. Pepe Bono, como es sabido, decidió que en el desfile de hoy participaran un soldado de la División Azul y otro de la División Leclerc. Se supone que ambos, habían luchado también en distintos bandos en nuestra, por ahora, última guerra civil.

Personalmente, lo encuentro innecesario. Hace décadas que las heridas de la guerra deberían estar más que cerradas. La guerra civil acabó en 1939, por si alguien no se había dado cuenta eso significa que las armas callan en España desde hace sesenta y cinco años. La mayor parte de la población ni siquiera la recuerda. Andar a estas alturas con "reconciliaciones" me parece absurdo. Pero bueno, el gesto está ahí y tampoco hace daño a nadie. En teoría claro.

Porque a las izquierdas y a los nacionalismos les ha sentado fatal que se pretenda la "reconciliación" uniendo a ambos bandos simbólicamente seis décadas y media después de acabada la guerra.

Llamazares ha montado en cólera y ha asegurado que Bono comete una "injusticia, y una falsedad histórica, al pretender estar equidistante entre la libertad y el fascismo. No se puede equiparar y poner al mismo nivel a quienes lucharon por la libertad y quienes la masacraron".

Por su parte, Ignasi Guardians, diputado de CiU en el Parlamento Europeo, dice que la participación de soldados de uno y otro bando es como si se celebrara "un desfile en París con tropas nazis y americanas", y añadió que homenajear a la División Azul es "lamentable" e "insultante" porque ofende "a los que lucharon por la democracia".

No son los únicos que han alzado su antifascista voz para reprocharle a Bono que pretenda poner al mismo nivel ambos bandos. Desde ERC, el socio principal del PSOE, se ha dicho que "es una aberración y un insulto a la memoria histórica" y que la decisión de Bono "no es seria y representa una ofensa a todos aquellos que lucharon por la democracia".

Uno ya está harto de escuchar las mismas estupideces una y otra vez. Cada vez que se saca del armario la guerra civil del 36 los mismos políticos, los mismos partidos, dicen las mismas tonterías. Llamazares, en su poca vergüenza, llega a olvidar que, precisamente eso que el le reprocha a Bono, es lo que hace su partido en el País Vasco. Equidistancia entre el PP y ETA. Entre las víctimas y los verdugos. También habría que recordarle a este melifluo panoli que la División Azul sólo lucho contra Stalin, no contra EE.UU. Gran Bretaña o Francia. Es decir, no luchó contra las democracias, sino contra una de las peores dictaduras de todos los tiempos, sólo superada en eficacia asesina por la de Mao o la de Pol Pot. Comunistas ambas, como su partido. Perdón, el Partido. Ya se sabe.

Tampoco está de más recordar que la "democracia" que defendían los republicanos era la "democracia" de las Checas, de los decenas de miles de asesinados en Madrid, Valencia o Barcelona por ir a misa, llevar bigote y sombrero o ser suscriptor del ABC. Era la "democracia" del "paseillo", de los fusilamientos sin juicio previo, de las matanzas de Paracuellos y de la Cárcel Modelo. La "democracia" de Asturias y Cataluña en 1934, del PSOE alzado en armas contra la legalidad porque no le gustaban los resultados de las elecciones. Esa "democracia" era la que defendían los "republicanos".

El auténtico insulto a la memoria histórica y a las víctimas de la represión lo lanzan estos listillos que pretenden, a estas alturas de la película, que en nuestra última guerra hubo buenos y malos, y que ellos son los representantes de los buenos. Nunca he entendido la manía de los perdedores del 39 tratar de ganar la Guerra Civil una vez muerto Franco. La guerra la perdió toda España, es evidente, y haría falta ser iletrado para pensar que de haber ganado el otro bando esto habría sido un vergel democrático.

5.10.04

 

La sombra del viento

Ayer encontré en la bitácora de Juan Ramón Rallo una crítica al "capitalista acomplejado" Carlos Ruiz Zafón, autor de La Sombra del Viento, el libro más vendido en el último año. Por lo visto, Ruiz Zafón no sólo no se enorgullecía (en público) de haberse forrado con su novela (algo que, sin duda, se merece), sino que casi se avergonzaba.

Casualmente, ayer fue largamente entrevistado por Javier Rioyo en el nuevo programa de libros Estravagario, homenaje a Neruda, tan buen poeta como miserable político (en el sentido aristotélico de la palabra). Después de leer lo que comentaba Juan Ramón Rallo, me esperaba otra cosa.

Ruiz Zafón dijo, entre otras cosas, lo siguiente (las citas pueden no ser literales porque las hago de memoria, pero se aproximan bastante):

"Es una tontería eso de que el mayor enemigo de la literatura es el mercado. Nunca se ha leído tanto como ahora, nunca ha habido tanto para leer. El mayor enemigo de la literatura es la cerrazón, son los prejuicios".

"El único autor español que de verdad tiene impacto sobre el público americano es Pérez-Reverte. Pero eso de que "qué tontos son, no nos leen", en fin; recuperemos un poco el sentido autocrítico. Es más un problema de nuestra literatura, un problema interno"

"Creo que Stephen King, dentro de su género, es un gran narrador. Escribe lo que le dicta su sensibilidad, esa es su sensibilidad y ese es su mundo, y hay que respetarlo"

Como se puede comprobar, Ruiz Zafón es un hombre sensato, que, quizá por vivir en Estados Unidos, no pertenece a la secta intelectual española, tan acostumbrada al pataleo y al lloriqueo anticapitalista y antimercado. Y eso que escribe guiones de cine. Sin subvención, claro. Además de todo, tiene cosas que contar sobre literatura, y ha escrito una de las mejores novelas que he leído en mi vida. La sombra del viento. Atribuiremos lo que nos contaba Juan Ramón Rallo a un lapsus mental, o a las influencias malignas que exuda la tele catalana.

Es curioso que esta novela haya llegado a ser la más vendida sin apenas campaña publicitaria. O quizá no. Con Los pilares de la tierra, de Ken Follet, pasó algo parecido. Funcionó Radio Macuto. Y la mejor promoción que existe es esa, la recomendación particular de lector a lector. Por eso cuando se habla de lo malo que es el mercado para la literatura y todas esas zarandajas uno tiene que recordar que esa gente que recomienda libros a sus amigos es el mercado. Mucho más allá de la publicidad o de los libros que duran más tiempo en los estantes, están los lectores. Si les gusta a muchos, la novela se venderá mucho. Si no, puede que también. Pero ninguna novela que entusiasme a mucha gente se dejará de vender "por culpa del mercado". Porque el mercado, al fin y al cabo, somos nosotros. Los lectores.



 

Ya sólo falta Josu Ternera

Aunque la noticia ya es vieja (dos días) he de manifestar desde aquí mi júbilo por la detención de los dos máximos cabecillas de la hidra etarra. Mikel Antza y Soledad Iparaguirre van a pasar una temporadita entre rejas, aquí o allí, eso no está claro. Casi lo mejor de esta operación es el decomiso de una tonelada de explosivos y de un auténtico arsenal de guerra (incluídos misiles tierra-aire), además de la captura de dos decenas de etarras (presuntos, claro). Aunque esté trillado, me gustaría felicitar desde aquí a la policía española y a la francesa, además de a la Guardia Civil. Si el nacionalismo vasco (el asesino y el cómplice) les odia es por algo. Porque hacen cosas como esta.

Y ahora ya sólo falta Josu Ternera, aquel que estuvo en la Comisión de Derechos Humanos del Parlamento Vasco, humillando como no se ha visto jamás a una institución democrática. Es increíble que nadie haya, no ya dimitido, sino pedido disculpas por haber metido a un etarra a vigilar el respeto a los derechos de los ciudadanos.

Tampoco se ha disuelto el grupo batasuno en el Parlamento Vasco todavía, a pesar de los sucesivos mandatos judiciales. Y es que ETA/Batasuna y el PNV son amigos con derecho a roce.

4.10.04

 

Agitando, que es gerundio

Aunque media Red Liberal ya lo ha hecho (Libertad Digital -y aquí-, El Buque Negro, Erpayo, Barcepundit, Hispalibertas, Todo un hombre de Estado, La hora de todos y también Arcadi Espada e Internetpolítica, además de David Millán en Grupobúho) quería comentar brevemente el artículo de Fernando Berlín (Oriental, yo no me guardo los chistes) en El País. Que también ha recogido Rebelión.org, en su sección cibercensura. Por si alguien no está suscrito a Periodista Digital.

Es asombroso lo poco que cambian los métodos de la izquierda apolillada a la hora de descalificar al adversario. Martin Amis nos cuenta en Koba el temible que a su padre, por salirse de la secta comunista y denunciar la perversidad intrínseca de la URSS, los intelectuales de izquierdas le tildaron inmediatamente de fascista. Bueno, pues Berlín hace lo mismo. Acusa a la Red Liberal, entre otras lindezas, de estar escorada hacia la derecha más reaccionaria, de ser un fenómeno de falsificación y de haber creado una realidad paralela sobre acontecimientos como el 11-M. No sólo eso, sino que además utilizamos técnicas de coordinación propias de las células comunistas y nos hemos apropiado de sus mecanismos. De fascistas nos habían acusado más de una vez. De usar métodos comunistas, nunca. Tiene su gracia.

No es culpa nuestra, me parece a mí, que El País se haya convertido en un panfleto en asuntos como la guerra de Irak, el 11-M o la globalización. No es culpa nuestra que a este señor, y a sus jefes, les estorbe que haya quien piense distinto. Pero parece de broma que, cuando la red se utiliza para montar manifestaciones ilegales y para lanzarle a la cara a un gobierno y a diez millones de votantes dos centenares de muertos, la cosa sea chachi piruli, y cuando se utiliza para tratar de expresar ideas que no tienen cabida en otros ámbitos, seamos "neocons" que se dedican a lo "agitativo" (por cierto, bonito neologismo que se ha inventado el colega).

En fin, que a lo mejor es que tienen miedo, o que están molestísimos por la denuncia que se hizo desde Internet de la monumental pifia del "un día da para mucho". Pero lo llevan claro si quieren ponerle puertas al campo.

 

Liberalismo y riqueza

Me reprocha el nunca suficientemente alabado Ernesto de la Serna (creo que esta hipérbole ya la usé, debería echarle más imaginación al asunto) que nunca he esbozado un análisis medianamente serio sobre la relación entre liberalismo y riqueza, o, mejor dicho, como la aplicación de un programa liberal en países del tercer mundo podría sacarles de la pobreza.

El liberalismo está basado, como todo el mundo sabe (o no) en el predominio de la libertad individual frente al Estado. Nace de la desconfianza ante el poder y de la creencia (nacida de la constatación empírica) de que la libertad humana es el principal generador de riqueza. Del liberalismo político (libertad de asociación, de reunión, de expresión, de culto, de opinión...) nace el liberalismo económico, que también se basa en la no interferencia del Estado en las relaciones económicas de los ciudadanos, en la propiedad privada y en la libertad de comercio. Hasta aquí el cursillo de liberalismo para dummies. Puede parecer que no, pero aún nos llaman fascistas, pese a que todas y cada una de las ideas que acabo de expresar se contradicen frontalmente con la ideología de Benito Mussolini.

A lo que iba. Si señalamos en un mapamundi que no sea de Bilbao las naciones más pobres y subdesarrolladas, es fácil constatar ciertas cosas. Todas ellas están, o bien en guerra, o bien bajo un régimen colectivista, o soportando una dictadura islámica, o todo a la vez. Sudán, China, Corea del Norte, Irán, Haití, etcétera. Las naciones más ricas son, asimismo, las que están gobernadas mediante un sistema democrático, y cuanto más democrático, generalmente más ricas son. Suiza, EE.UU., Gran Bretaña, Irlanda, Japón, Australia, y, últimamente, España (aunque eso no tardará en dejar de ser así) sirvan como ejemplos.

El liberalismo económico va unido intrínsecamente al liberalismo político. Es imposible que exista lo primero sin lo segundo. Por una sencilla razón. Una dictadura siempre será un Estado poderoso (al menos con sus súbditos), y, por eso mismo, impedirá la existencia de auténtica libertad económica, entrometiéndose en las relaciones de los ciudadanos. En otras palabras, no puede haber libertad económica sin libertad de prensa o sin libertad de asociación. De ahí que, antes que nada, en los países del tercer mundo deben existir democracias medio decentes que funcionen sin demasiadas trabas. Y ahí es donde debe entrar occidente a ayudar. No dando alegremente miles de millones de euros a sátrapas comunistas o a los enviados de Alá en la Tierra.

España, tras la Guerra Civil de 1936-39, era, sencillamente, un solar. Los muertos por hambre en los años posteriores al final de la contienda se contaron por varios miles, lo que implica varios cientos de miles de personas desnutridas y pasando hambre. Como es sabido, durante los primeros años del franquismo, sobre todo después de acabada la II Guerra Mundial, España se sometió a un régimen de autarquía, básicamente porque no podía hacer otra cosa, ya que estaban las fronteras cerradas. Fue la época de la carne argentina y todo aquello. Después llegó el aperturismo, la visita de Eisenhower, y la desaparición de la autarquía. Además de una liberalización de la economía. Y con ella, el desarrollismo. Se pasó de la alpargata al 600 en poco más de década y media. Y no fue por la existencia de un Estado todopoderoso, ni mucho menos, sino precisamente por la aparición de la libertad de comercio. El desarrollo hubiera sido mucho mayor de no haber existido monopolios estatales en sectores estratégicos de la economía (anda, justo lo que defienden las izquierdas). Y aún mayor de no haber existido la censura y la imposibilidad de la discrepancia política. Véase el caso alemán o el japonés. Se podrá traer a colación el Plan Marshall, pero sin una gestión decente de ese dinero habría sido imposible el desarrollo. Y esa gestión decente es imposible sin la existencia de medios de comunicación libres y sin la posibilidad de elegir a otro mejor para ese trabajo. Basta con fijarse en el caso cubano.

Cuba recibió durante décadas miles de millones de dólares al año de la Unión Soviética. Todo ese dinero no sólo no ha servido para enriquecer al pueblo cubano, sino que además Cuba está ahora en el pelotón de cola de Hispanoamérica, cuando en 1959 estaba a la cabeza del desarrollo en América Latina. ¿Culpa del (inexistente) bloqueo americano? No, culpa del sistema comunista.

El caso es que, como ya he dicho antes, la recuperación económica de los países del Tercer Mundo pasa por el establecimiento de regímenes democráticos no sometidos al poder de las mafias (como en Rusia o Brasil), con Estados fuertes en aquello en lo que deben serlo (por ejemplo, en la Justicia) y con separación de poderes, aunque Guerra quisiera enterrar a Montesquieu. Sin eso, es imposible, o casi, que salgan del horror del hambre. A partir de ahí, es mucho más sencillo todo. Dejen a los pobres que trabajen. Verán que bien lo hacen. Al fin y al cabo es exáctamente lo que quieren.

Se pregunta la progresía, a veces "de qué le sirve a un pueblo la democracia si no tiene qué comer". La pregunta correcta es la contraria. ¿De qué le sirve no tener democracia? La falta de democracia, normalmente, garantiza que se siga sin tener nada que llevarse a la boca.

Otro día me enrollo un poco con lo de los aranceles, las subvenciones a la agricultura en Europa y EE.UU. y demás. Que también tienen su parte de culpa. Pero de esto José Bové y los cretinos de Le Monde Diplomatique no hablan.

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