4.5.05

 

Cine y política

Ignoro si Santiago Navajas se ha ocupado del tema en su fantástica, lúcida y esdrújula bitácora, pero me acordé de él al ver la película Robots. Es una película entretenida, con los ya clásicos guiños para los adultos que acompañan a sus hijos al cine (que hace que los que no tenemos hijos también nos metamso a ver una película de animación) y con una trama más o menos previsible. Muy entretenida, aunque sin llegar a los niveles de La edad del hielo.

Hay un momento en la película en el que un liberal fascinado por el fulgor de Hayek, Von Mises (menos) o Revel (como es mi caso) puede llegar a levitar, y es cuando el llamado Gran Soldador (el presidente de la empresa que fabrica los robots, en régimen de monopolio, claro) proclama su lema: "Una necesidad, una solución", y acto seguido recomienda a los jóvenes que se lancen a crear sus propios inventos para facilitar la vida a los demás.

"Cielos", podría pensar alguno, "es un claro alegato en favor de la iniciativa individual. ¡Malditos yankis!". Pero no todo el monte es orégano, claro. No mucho después descubrimos que el malo de la película ha ordenado detener la producción de piezas de recambio para robots antiguos, y la empresa únicamente produce "actualizaciones" (upgrades, claro) que sólo los más ricos pueden pagar. Asombrosamente, y contra toda lógica, dado que la mayor parte de los habitantes de Robot City son robots antiguos,que no pueden pagar las actualizaciones, y ateniéndonos a lo que dice el malvado nuevo director de Industrias Gran Soldador, "la empresa nunca ha dado más beneficios"...

Es decir que, marginando a la mayoría de potenciales consumidores se tienen más beneficios que sin hacerlo... algo falla, pero juraría haber leído eso en algún sitio...

Lo que falla, claro, es que no hay competencia. Pero eso, a ver quién es el listo que se lo explica a los críos de nueve años que ya asumen que las empresas son malas que te cagas.

Y ahora la pregunta: ¿No estarás exagerando, Diego González? Pues... vaya usted a saber.

Comments:
A mí también me pareció una película muy instructiva en una discusión liberal. Partimos, supongamos, de una situación de monopolio de facto: una empresa fabrica eficientemente las piezas de recambio y las piezas con las que se construyen nuevos robotitos. Los robots las adquieren, pagando con el dinero (no estoy seguro de esto) que obtienen de su trabajo en condiciones de mercado.

Pero se produce un cambio en la dirección de la empresa: el empresario fundador es "depuesto" por un alto directivo ("la rebelión de los managers"), presto a obtener rentas monopolísticas y a forzar los nuevos productos a la población de robots. Todo esto sería posible si hubiera grandes barreras de entrada, lo que suele suponer barreras "políticas" de entrada.

Pero no las hay y llega el protagonista, todo un empresario, y se dedica a reparar por su cuenta a los robots. Se acabaron las rentas monopolísticas. Como la respuesta del monopolista es violenta, las armas que tendrá que utilizar el protagonista no serán las propias de un mercado (se parecerán más a la guerra de guerrillas). Pero la idea central parece adecuada: llega la competencia y se te acabó el negocio, burócrata monopolista. Otra cosa es que la guerra de guerrillas funcione en este caso. Vean la película y averigüenlo.

Y comprueben cómo el final también es interpretable en los términos de la ciencia económica más básica.
 
Mientras que la veia ,pense que el robot que llega a la ciudad se iba a poner a montar una empresa ,precisamente para aprovecharse de las circunstancias y forrarse.Comprobe que hace ese trabajo pero sin cobrar ni un poquito y claro asi...Yo creo que algunos crios pensaron lo mismo que yo.
No hay que subvestimar la inteligencia natural de un chaval de 8 años.
Espero tu analisis economico de la pelicula "In good compañy".
 
Gracias por el aviso de la película (y por los elogios) que aún no he visto.

Sobre la perniciosa influencia de los dibujos animados, me quedé de piedra con los teletubbies: un ejemplo edulcorado pero no menos siniestro de una sociedad obediente, lobotomizada y convenientemente comunista-comunitarista.

Hasta tal grado ha llegado la dictadura de lo políticamenete correcto que me han comentado que el monstruo de las gallegas ya no come galletas, sino ¡¡verduras!!
 
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